12 de septiembre de 2015

Imperio Musulmán (1055-1193)

Resumen de lo publicado. El Islamismo, creado por Mahoma (571-632), es una religión que sirvió para crear uno de los imperios más poderosos. Los sucesores de Mahoma conformaron la dinastía omeya (632-750), que gobernó enormes porciones de Asia y África. Luego llegó la dinastía abásida, que fundó Bagdad (762) y llegó a conquistar España, donde pronto se formaron califatos independientes, llamados emiratos (756-929). En cuanto al imperio, Harun Al-Rashid (786-809) fue uno de los más importantes gobernantes, inmortalizado en el libro Las mil y una noches. Con Al-Mansur (813-833) se inició el esplendor científico y el mejor momento de la dinastía abásida. A mediados del siglo IX, la división que sufría el imperio era evidente. En España, Marruecos, Persia y otros tres lugares se habían formado gobiernos independientes. Además, se perdió el dominio sobre Irak, Siria, Palestina y Mesopotamia. La Dinastía Abbasí perduró sólo hasta la llegada de los turcos selyúcidas en 1055.

¿Cómo sigue la historia? En 1055, el pueblo turco de los selyúcidas descendió sobre el débil Imperio Abásida y tomó el control. No conformes con haber conquistado esas tierras, derrotaron al Imperio Bizantino en la batalla de Manzikert (1071) y continuaron su expansión.

El viejo Imperio Musulmán se convirtió entonces en pequeños reinos, llamados sultanatos, que fueron presa fácil para la Primera Cruzada cristiana. Los únicos sultanatos fuertes eran los de Run (en Anatolia), y el de Mosul y Alepo (en Siria).

En el año 1127, Imad al-Din Zangi se convirtió en atabeg (gobernador) de Mosul. Conquistó Alepo en 1128 y Edesa en 1144. Su hijo, Nur al-Din, sometió a la ciudad de Damasco en 1154.

En 1174, un personaje conocido de la Historia, Saladino (llamado en realidad Salah al-Din) tomó el cargo de atabeg. Dominó Egipto, Damasco, Alepo y Acre. Su triunfo más importante fue en la Batalla de Hattin (Palestina, en 1187) cuando derrotó al ejército cristiano en la Segunda Cruzada y controló Jerusalén.

La Iglesia cristiana utilizó como excusa que esa "tierra santa" estuviera en manos musulmanas para impulsar la Tercera Cruzada. Al final de esa guerra, en 1192, Saladino continuó controlando la ciudad, pero les permitió a los cristianos ingresar a ella en peregrinación religiosa.

Cuando murió Saladino, en 1193, comentó un período en el que el gran territorio musulmán comenzó a dividirse nuevamente.

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