Por Leandro Ramos, escritor, profesor de literatura e integrante del Movimiento Etiopía
Al principio, reconstruimos la historia de nuestros abuelos en base a las anécdotas que nos cuentan. Francisca, mi abuela, cuenta anécdotas inocentes, casi siempre las mismas, como que le hizo el vestido a mi vieja basado en el personaje de la película Sabrina o que leía El Conde de Montecristo todas las tardes mientras mi bisabuela creía que dormía la siesta.
Ella nació en Córdoba, allá por 1931, en otro tiempo y otro mundo. Lo que más resalta de su persona es una gran imaginación y una capacidad de hablar con diversión y ánimo casi infantil sobre cualquier cosa: la carita del perro del almanaque, el frío que sintió en la nariz el otro día que salió a la calle o la forma que tiene el tomate que sacó de la heladera.
Claro, así como se divierte con nada es capaz de enojarse con la misma facilidad. Y, lo que es peor, la imaginación, que antes era una virtud, se convierte en un gran defecto cuando da rienda suelta a sus delirios de persecución y conspiranoia. El vecino de abajo adquiere, de esta manera, las dimensiones de un narcotraficante colombiano o un terrorista musulmán del isis.
Creo, como sostuvo Borges, que la vida de una persona puede reducirse a uno o dos actos significativos. Esto no significa que en todas las personas sea posible tal reducción, sino que existen algunos casos en que esto es posible. Diría que la vida de Francisca es uno de estos casos y ella se encarga de confirmarlo. Hay dos cosas que cuenta con lágrimas: que comenzó a trabajar a los 12 y que su madre falleció cuando tenía 13. Resulta increíble pero fue así.
Desde los 12 años comenzó a ir al taller de costureras, y desde esa edad hasta los 28, cuando se casó, sólo trabajó. Trabajaba. Todos los días. Trabajo y más trabajo en la edad en la que todos vamos a la escuela, nos divertimos, hacemos amistades, vamos a la facultad, nos enamoramos, etcétera. Trabajo y más trabajo.
Por esto es que la quiero a pesar de que me venga siempre con que el gordo de abajo se droga o la persigue cuando ella va a pagar la factura de luz. Y trato de recordarlo siempre: quiero mucho a Francisca porque vive cada momento, cada detalle, como si tuviera los 15 años que le faltaron por no tener otra opción que pasarse los días encerrada en el taller de costureras.
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10 de agosto de 2016
15 de mayo de 2016
El último paraguayo (Leandro Ramos) [2014]
Marco, nunca jamás en la vida, había sufrido tanto en la camioneta. Viajó apretadísimo, con las rodillas flexionadas hasta el pecho, con el cuerpo entumecido. Pero por suerte ya estaban llegando. La visita a Paraguay era una tradición de la familia Estigarribia, aunque esta vez el motivo fue triste: la enfermedad del viejo Agustín. En él pensaba Marco, en su abuelo, en toda la energía que tenía el año pasado.
La tía Estela les había comunicado por teléfono que su salud andaba mal. Marco sabía qué era la muerte: el año pasado, allá en Buenos Aires, habían asesinado a balazos a Brian, su compañero de colegio.
—Hace dos días que le cuesta levantarse -les dijo Estela apenas bajaron de la camioneta. El abuelo, igual, sonreía. Esa noche, incluso, comió en la mesa, impulsado por la presencia de sus únicos nietos, y repitió la historia de su tío:
—Fue el último caso de muerte por viruela. Se la llevó él, de tan valiente que era.
La noche siguiente, lo llevaron al hospital: tosía sangre, no podía comer. A las tres de la madrugada, Marco se quedó solo con su abuelo, anestesiado. Paraguay no le gustaba. El abuelo comenzó a susurrar cosas.
—¿Hace calor, Marquitos? -fue lo primero que entendió.
Le avisó a la enfermera que el abuelo tenía calor. El viejo agradeció. Marco sufría. Quería salir corriendo.
—Quiero contarte lo del Cerro Corá, Marquitos. ¿Hay tiempo?
—Sí –respondió seco.
—En el Cerro Corá no había tiempo. La guerra se terminaba, y lo que termina, todos se lo olvidan. En esa guerra, Marquitos, el olvido y la mentira fueron la misma cosa. La misma.
Marco sabía la historia. Un tatarabuelo de su abuelo, Agustín Estigarribia, había estado en esa guerra. El abuelo la había contado de muchas formas diferentes.
—Hacía calor, Marquitos. Hacía cinco años que tres naciones se habían unido para destruir al Paraguay. Los brasileños apuraban nuestra retirada. Cuatro mil quinientos soldados brasileños contra cuatrocientos cincuenta defensores paraguayos, que ya no podíamos defender más que nuestras vidas.
“Podíamos”, dijo el abuelo. Marco se dio cuenta.
—La retirada es lo más doloroso. Ninguno mira para atrás. Los invasores acusan a nuestro presidente, Francisco Solano López, de tirano. Todas mentiras. Él mismo nos lidera. La mitad de nuestras fuerzas son mujeres, viejos y chicos. Tenemos miedo. Sólo cincuenta de los que quedamos somos soldados de verdad. Me parece que soy el único que está en la guerra desde el prinicipio. Estuve en el Mato Grosso, en el Iberá, en Tuyutí...
El abuelo tenía los ojos cerrados.
—En el Cerro Corá, soy el último de la fila. Está bien morir al final, porque después la angustia termina. No hay nada peor que saber que, después de que te maten, la guerra y los asesinatos van a seguir. Entonces es mejor así. Los brasileños están cerca. Tenemos que organizar una línea de defensa, la que podamos. Las mujeres y los chicos se niegan a escapar. Quieren luchar con nosotros. Mientras en la Argentina y en el Uruguay ya nadie recuerda esta guerra, el Brasil está deseperado por nuestra eliminación total. La batalla final empieza. Pero ya ni odio nos queda. Ni odio ni razones. La guerra lo destruye todo, incluso a los brasileños, pero no se dan cuenta.
Respira fuerte, raro.
—Ya nos están matando. Fernández, el coronel Caminos, el general Francisco Roa, Benigno Campos. Les veo los ojos mientras mueren y no puedo hacer nada. Francisco Espinoza, antes padre de una parroquia, maldice a los porteños traidores. Cubro la huida de un grupo de mujeres y, al volver, la guerra está perdida. Solano López se mantiene sobre su caballo y los brasileños lo rodean. Lo tumban. Agarran a su esposa. Él grita: “¡Muero por mi patria!”. Y no muere: lo matan.
Marco pensó en llamar a la enfermera.
—Quedábamos diez. Diez paraguayos. No aguantamos mucho. De pronto fuimos dos, reconocí a mi compañero. Lo había visto tantas veces, pero nunca conversamos. Parecía de mi edad, tenía un poco mi cara. Maté a un soldado brasileño demasiado confiado, pero mi compañero muere. Estoy solo. Te juro que lo pienso: soy el último paraguayo en tierra paraguaya. Es lo último: una bala me revienta por el costado. La muerte me recorre, y no duele. De pronto estoy corriendo por la orilla de un arroyo, Marquitos, corro por la orilla de un arroyo.
El abuelo levantó la voz. La enfermera se acercó.
—Los brasileños festejan. O alguno me alcanza o me voy a morir desangrado antes de llegar a esos árboles. No sé por qué corro, pero corro. No quiero morir postrado. ¡Corro, Marquitos, corro! No hay que morir sin emoción.
El abuelo sonreía. La enfermera le clava una aguja con algo.
—Qué lindo el sol, Marquitos. Acá va toda mi sangre de una vida. No quiero morir como en estos meses. ¡No quiero morir como un muerto!
El abuelo no habla más. Agustín Estigarribia no habla más. Marco aguanta llorar. Su mamá entra a la sala. Marco sale. Camina hacia la casa. Afuera, los nombres de las calles se parecen a los de la historia de su abuelo. Vuelve a aguantar el llanto. Sin saber por qué, recuerda a Brian, su compañero del colegio. Muerto a balazos, allá lejos, en Buenos Aires.
1 de abril de 2016
El proceso (Franz Kafka) [1925]
Por Leandro Ramos, escritor, profesor de literatura e integrante del Movimiento Etiopía
El proceso es, quizás, la novela más famosa de Franz Kafka, publicada luego de su muerte en 1925 por iniciativa de su mejor amigo.
Es la novela kafkiana por excelencia. En ella se ven todas las características que hicieron famosa su obra y que rompieron con la estructura del realismo imperante en las novelas escritas hasta ese momento.
En primer lugar, no hay motivación psicológica en los personajes. Es decir, su accionar es inexplicable en muchas ocasiones. Además, la realidad ya no es el referente del texto: muchas veces los ambientes son de ensueño y tampoco responden a una estructura lógica. El narrador, por otra parte, nunca se preocupa por dar explicaciones de lo que sucede; al contrario, naturaliza hechos inexplicables o se detiene en cosas que no son relevantes.
Estas características son algunas de las que se destacan en una historia que exagera las incoherencias y la irracionalidad de una sociedad dominada por un sistema burocrático que resulta asfixiante.
La novela es muy buena y es un clásico de la literatura moderna, pero hay que saber de antemano cuál es el estilo con el que uno va a encontrarse para evitar falsas expectativas.
El proceso es, quizás, la novela más famosa de Franz Kafka, publicada luego de su muerte en 1925 por iniciativa de su mejor amigo.
Es la novela kafkiana por excelencia. En ella se ven todas las características que hicieron famosa su obra y que rompieron con la estructura del realismo imperante en las novelas escritas hasta ese momento.
En primer lugar, no hay motivación psicológica en los personajes. Es decir, su accionar es inexplicable en muchas ocasiones. Además, la realidad ya no es el referente del texto: muchas veces los ambientes son de ensueño y tampoco responden a una estructura lógica. El narrador, por otra parte, nunca se preocupa por dar explicaciones de lo que sucede; al contrario, naturaliza hechos inexplicables o se detiene en cosas que no son relevantes.
Estas características son algunas de las que se destacan en una historia que exagera las incoherencias y la irracionalidad de una sociedad dominada por un sistema burocrático que resulta asfixiante.
La novela es muy buena y es un clásico de la literatura moderna, pero hay que saber de antemano cuál es el estilo con el que uno va a encontrarse para evitar falsas expectativas.
21 de marzo de 2016
La madriguera (Franz Kafka) [1923]
Por Leandro Ramos, escritor, profesor de literatura e integrante del Movimiento Etiopía
La madriguera, a veces titulado La obra, es un cuento bastante largo y no muy conocido escrito en 1923 por Franz Kafka.
Tuve la oportunidad de leerlo hace unos años, mientras viajaba en micro a Mendoza con mi amigo Andrey. Su lectura fue memorable: nos alternábamos una página cada uno, leyendo en voz alta y molestando a los pasajeros circundantes durante las cuatro horas y media que habremos tardado en leer el relato.
Por fuera de lo divertido de las circunstancias, el cuento me gustó mucho. Trata de un largo monólogo de un animal pequeño, que yo imaginaba como una especie de castorcito, con evidentes delirios de persecución y que construye incansablemente una madriguera para protegerse.
A primera vista, como todo en Kafka, parece no tener sentido: el pequeño animal no termina nunca de construir su pequeña madriguera y el supuesto peligro jamás aparece. Entretanto, el protagonista sufre muchísimo su condición de desprotegido y amenazado. Por lo que leí, algunos afirman que es una metáfora de su propia obra o que está relacionado a la civilización que construye el hombre, ideas que mucho no me convencen.
Kafka dota al pequeño roedor de un pensamiento humano, y lo que destaca de este pensamiento es el miedo constante a amenazas que no existen. El tema es que este miedo es el motor para crear una gran y perfecta madriguera, y esta construcción da sentido a la vida del pequeño mamífero, de la misma manera que nosotros damos sentido a nuestras vidas creándonos muchas veces problemas que no existen.
Claro, ésta es mi lectura, así como puede haber otras igual de válidas, y lo genial de Kafka es precisamente eso: sus cuentos abren un abanico infinito de posibilidades que el lector debe completar con su imaginación.
La madriguera, a veces titulado La obra, es un cuento bastante largo y no muy conocido escrito en 1923 por Franz Kafka.
Tuve la oportunidad de leerlo hace unos años, mientras viajaba en micro a Mendoza con mi amigo Andrey. Su lectura fue memorable: nos alternábamos una página cada uno, leyendo en voz alta y molestando a los pasajeros circundantes durante las cuatro horas y media que habremos tardado en leer el relato.
Por fuera de lo divertido de las circunstancias, el cuento me gustó mucho. Trata de un largo monólogo de un animal pequeño, que yo imaginaba como una especie de castorcito, con evidentes delirios de persecución y que construye incansablemente una madriguera para protegerse.
A primera vista, como todo en Kafka, parece no tener sentido: el pequeño animal no termina nunca de construir su pequeña madriguera y el supuesto peligro jamás aparece. Entretanto, el protagonista sufre muchísimo su condición de desprotegido y amenazado. Por lo que leí, algunos afirman que es una metáfora de su propia obra o que está relacionado a la civilización que construye el hombre, ideas que mucho no me convencen.
Kafka dota al pequeño roedor de un pensamiento humano, y lo que destaca de este pensamiento es el miedo constante a amenazas que no existen. El tema es que este miedo es el motor para crear una gran y perfecta madriguera, y esta construcción da sentido a la vida del pequeño mamífero, de la misma manera que nosotros damos sentido a nuestras vidas creándonos muchas veces problemas que no existen.
Claro, ésta es mi lectura, así como puede haber otras igual de válidas, y lo genial de Kafka es precisamente eso: sus cuentos abren un abanico infinito de posibilidades que el lector debe completar con su imaginación.
20 de marzo de 2016
Marco Denevi (1922-1998)
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
Dicen que la buena literatura es la que mejor engaña y, en este sentido, pocas novelas se burlaron de mí tan bien como Rosaura a las Diez. La obra fue escrita por Marco Denevi (1922-1998) y es casi como ver una buena peli de esas que empiezan re aburridas y después no querés que se terminen.
Ténganla en cuenta para cuando se rompan los ligamentos de la rodilla y no sepan qué hacer de sus vidas.
Eso nomás.
Dicen que la buena literatura es la que mejor engaña y, en este sentido, pocas novelas se burlaron de mí tan bien como Rosaura a las Diez. La obra fue escrita por Marco Denevi (1922-1998) y es casi como ver una buena peli de esas que empiezan re aburridas y después no querés que se terminen.
Ténganla en cuenta para cuando se rompan los ligamentos de la rodilla y no sepan qué hacer de sus vidas.
Eso nomás.
10 de marzo de 2016
Felisberto Hernández (1902-1964)
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
Felisberto Hernández fue un escritor uruguayo nacido en 1902 que comenzó su carrera tocando el piano en cines mudos de Montevideo. De hecho, tiene varias composiciones para piano, pero no son tan conocidas como sus libros.
En sus inicios fue bastante incomprendido por la crítica y la mayoría de sus lectores, debido a que era un escritor de las denominadas vanguardias literarias.
Algunos dijeron que la suya es literatura fantástica, pero les puedo asegurar que nada que ver. Las obras de Felisberto responden más a un modo que algunos teóricos dieron en llamar absurdo generalizado, modo que nos presenta siempre historias donde predomina la alienación, la incoherencia de un mundo ficticio y la fragmentación de la realidad.
Para decirlo en otras palabras, en una lectura rápida y superficial no se entiende nada, pero leyendo sus textos detenidamente resultan geniales.
Este año tuve la suerte de leer sus primeras cuatro obras: “Fulano de tal”(1925), “Libro sin tapas”(1929), “La cara de Ana”(1930) y “La envenenada”(1931). La brevedad de todos estos textos, junto a su humor y su lenguaje muchas veces coloquial, hizo de Felisberto uno de mis autores preferidos. ¡Pero ojo! Es un autor muchas veces complejo en lo absurdo de sus abstracciones. Lo recomiendo para los que gustan de literatura de vanguardia.
Felisberto Hernández fue un escritor uruguayo nacido en 1902 que comenzó su carrera tocando el piano en cines mudos de Montevideo. De hecho, tiene varias composiciones para piano, pero no son tan conocidas como sus libros.
En sus inicios fue bastante incomprendido por la crítica y la mayoría de sus lectores, debido a que era un escritor de las denominadas vanguardias literarias.
Algunos dijeron que la suya es literatura fantástica, pero les puedo asegurar que nada que ver. Las obras de Felisberto responden más a un modo que algunos teóricos dieron en llamar absurdo generalizado, modo que nos presenta siempre historias donde predomina la alienación, la incoherencia de un mundo ficticio y la fragmentación de la realidad.
Para decirlo en otras palabras, en una lectura rápida y superficial no se entiende nada, pero leyendo sus textos detenidamente resultan geniales.
Este año tuve la suerte de leer sus primeras cuatro obras: “Fulano de tal”(1925), “Libro sin tapas”(1929), “La cara de Ana”(1930) y “La envenenada”(1931). La brevedad de todos estos textos, junto a su humor y su lenguaje muchas veces coloquial, hizo de Felisberto uno de mis autores preferidos. ¡Pero ojo! Es un autor muchas veces complejo en lo absurdo de sus abstracciones. Lo recomiendo para los que gustan de literatura de vanguardia.
4 de marzo de 2016
Demian (Hermann Hesse) [1919]
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
Demian es una de las obras más conocidas del escritor alemán Hermann Hesse, escrita en 1919 en el contexto de la Primera Guerra Mundial, lo cual es importante; no tanto para comprender la obra, sino para valorarla de algún modo.
La leí porque me gustó mucho una obra posterior de este mismo autor que yo había leído antes: Siddartha. Lo que dice wikipedia es que es una novela de formación (o aprendizaje), ya que nos relata la vida de una persona desde que es pequeña hasta su madurez. Agrego, por mi parte, que es una novela moralista, ya que intenta demostrar lo que está bien y lo que está mal, y testimonial, ya que resulta indudable que tiene mucho de autobiográfico.
Para ser sincero, la novela no me gustó ni un poco. Si la van a leer creyendo que van a encontrar algo de Siddartha, les aconsejo que no lo hagan.
Me parece que Hesse se encontraba en una etapa de búsqueda espiritual cuando la escribió, porque la base filosófico-religiosa es totalmente diferente en una novela y en otra.
No hay nada de la armonía y la paz budista que se encuentran en Siddartha. Por el contrario, en Demian, el personaje principal llamado Sinclair se va dando cuenta, mientras crece, de que hay una especie de casta “superior” de iluminados que entienden más que el resto y que creen en un dios llamado Abraxas. Este dios es una conjunción de lo bueno y lo malo; y comprenderlo te lleva a un conocimiento elevado de las cosas.
En Demian, el argumento es malo y el trasfondo ideológico es peor. Resulta evidente que, durante estos años, el terrible conflicto internacional impactó muy negativamente en el escritor alemán.
Demian es una de las obras más conocidas del escritor alemán Hermann Hesse, escrita en 1919 en el contexto de la Primera Guerra Mundial, lo cual es importante; no tanto para comprender la obra, sino para valorarla de algún modo.
La leí porque me gustó mucho una obra posterior de este mismo autor que yo había leído antes: Siddartha. Lo que dice wikipedia es que es una novela de formación (o aprendizaje), ya que nos relata la vida de una persona desde que es pequeña hasta su madurez. Agrego, por mi parte, que es una novela moralista, ya que intenta demostrar lo que está bien y lo que está mal, y testimonial, ya que resulta indudable que tiene mucho de autobiográfico.
Para ser sincero, la novela no me gustó ni un poco. Si la van a leer creyendo que van a encontrar algo de Siddartha, les aconsejo que no lo hagan.
Me parece que Hesse se encontraba en una etapa de búsqueda espiritual cuando la escribió, porque la base filosófico-religiosa es totalmente diferente en una novela y en otra.
No hay nada de la armonía y la paz budista que se encuentran en Siddartha. Por el contrario, en Demian, el personaje principal llamado Sinclair se va dando cuenta, mientras crece, de que hay una especie de casta “superior” de iluminados que entienden más que el resto y que creen en un dios llamado Abraxas. Este dios es una conjunción de lo bueno y lo malo; y comprenderlo te lleva a un conocimiento elevado de las cosas.
En Demian, el argumento es malo y el trasfondo ideológico es peor. Resulta evidente que, durante estos años, el terrible conflicto internacional impactó muy negativamente en el escritor alemán.
10 de diciembre de 2015
Robin Hood (siglos XIII y XIV)
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
En la historia de la humanidad hubo muchas personas de bien, las cuales, ante la injusticia de las autoridades y las instituciones, no podían reaccionar sino a través de métodos algo violentos pero enormemente justificados. El primero y más famoso es un personaje conocido por todos: Robin Hood.
Lo que Robin hacía junto a sus compañeros era asaltar a los ricos que atravesaban el bosque de Sherwood en Inglaterra, allá por el siglo XIII o XIV (depende las diferentes versiones); evitaba las muertes y ofrecía hospitalidad, dinero y protección a quienes lo necesitaran.
Muchos dicen que estaba inspirado en un bandido italiano llamado Ghino Di Tacco, pero les puedo asegurar que nada que ver, primero porque Ghino nació en la segunda mitad del siglo XIII, época de la que procede la tradición inglesa (recordemos que, en la Edad Media, Inglaterra e Italia eran países mucho más desconectados); y segundo, porque la leyenda dice que Ghino terminó aceptando el perdón y los favores del papa, y terminó su vida siendo parte de la nobleza (clase privilegiada), algo que el buen Robin jamás hubiera tolerado.
Mi parecer es que forajidos justos como Robin abundaban en Inglaterra y demás países oprimidos por la Iglesia, por los emperadores y los nobles locales. Es una opinión que apela al sentido común: ¿cómo imaginar que todo un pueblo aceptara pasivamente regímenes tan desigualitarios, déspotas y cruentos como los habidos en la Edad Media?
La ausencia de sus identidades en la Historia es algo predecible, pero hay ejemplos posteriores como José María “el Tempranillo”, quien asaltaba a latifundistas en la España del siglo XIX y repartía el dinero en los poblados cercanos; o Segundo David Peralta, alias “Mate cosido”, que robaba a empresas internacionales en la Argentina del siglo XX y jamás mataba a nadie.
Es bueno recordarlo: detrás de su arco de madera de arce, su amor por Marian y la compañía de Pequeño Juan y el fraile Tuck, Robin encarnó el ideal de justicia de la clase oprimida.
En la historia de la humanidad hubo muchas personas de bien, las cuales, ante la injusticia de las autoridades y las instituciones, no podían reaccionar sino a través de métodos algo violentos pero enormemente justificados. El primero y más famoso es un personaje conocido por todos: Robin Hood.
Lo que Robin hacía junto a sus compañeros era asaltar a los ricos que atravesaban el bosque de Sherwood en Inglaterra, allá por el siglo XIII o XIV (depende las diferentes versiones); evitaba las muertes y ofrecía hospitalidad, dinero y protección a quienes lo necesitaran.
Muchos dicen que estaba inspirado en un bandido italiano llamado Ghino Di Tacco, pero les puedo asegurar que nada que ver, primero porque Ghino nació en la segunda mitad del siglo XIII, época de la que procede la tradición inglesa (recordemos que, en la Edad Media, Inglaterra e Italia eran países mucho más desconectados); y segundo, porque la leyenda dice que Ghino terminó aceptando el perdón y los favores del papa, y terminó su vida siendo parte de la nobleza (clase privilegiada), algo que el buen Robin jamás hubiera tolerado.
Mi parecer es que forajidos justos como Robin abundaban en Inglaterra y demás países oprimidos por la Iglesia, por los emperadores y los nobles locales. Es una opinión que apela al sentido común: ¿cómo imaginar que todo un pueblo aceptara pasivamente regímenes tan desigualitarios, déspotas y cruentos como los habidos en la Edad Media?
La ausencia de sus identidades en la Historia es algo predecible, pero hay ejemplos posteriores como José María “el Tempranillo”, quien asaltaba a latifundistas en la España del siglo XIX y repartía el dinero en los poblados cercanos; o Segundo David Peralta, alias “Mate cosido”, que robaba a empresas internacionales en la Argentina del siglo XX y jamás mataba a nadie.
Es bueno recordarlo: detrás de su arco de madera de arce, su amor por Marian y la compañía de Pequeño Juan y el fraile Tuck, Robin encarnó el ideal de justicia de la clase oprimida.
2 de noviembre de 2015
El faro del fin del mundo (Julio Verne) [1905]
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
El faro del fin del mundo se destaca por estar ambientada en territorio argentino. No obstante, es una de las novelas más pobres del escritor francés Julio Verne.
Por lo poco que recuerdo, aborda la historia de una expedición marítima que quiere penetrar por algún estrecho cercano a Ushuaia, amenazado por piratas.
Podría decirse que la obra pertenece al género de aventura, y que carece del elemento de ciencia ficción que tan famosa hizo a su obra en general.
Si quieren leer a Verne, les recomiendo comenzar por algún otro título. Sus ventajas: es breve y de lectura ligera.
El faro del fin del mundo se destaca por estar ambientada en territorio argentino. No obstante, es una de las novelas más pobres del escritor francés Julio Verne.
Por lo poco que recuerdo, aborda la historia de una expedición marítima que quiere penetrar por algún estrecho cercano a Ushuaia, amenazado por piratas.
Podría decirse que la obra pertenece al género de aventura, y que carece del elemento de ciencia ficción que tan famosa hizo a su obra en general.
Si quieren leer a Verne, les recomiendo comenzar por algún otro título. Sus ventajas: es breve y de lectura ligera.
23 de octubre de 2015
Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944)
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
Como tengo los ligamentos de la rodilla rotos y no tengo idea de cuándo me voy a recuperar, me consuela leer historias de tipos que la pasaron peor que yo.
Éste es Antoine de Saint-Exupéry, un escritor y piloto francés que nació en 1900 y desapareció misteriosamente en 1944 de la forma más literaria que se le ocurrió. Ya estaba viejo y había sufrido varios accidentes cuando realizó su último vuelo de reconocimiento, del cual nunca regresó.
Aparte de la conmovedora obra El principito tuve la paciencia de leer Vuelo nocturno, una novela que presagia de alguna forma su propia muerte, ya que el protagonista, Fabien, se pierde en una tormenta en la Patagonia.
Antoine de Saint-Exupéry escribía siempre desde sus experiencias; y de su vida uno aprende que en la adversidad se forjan los espíritus más nobles.
Al final, qué bueno es haberme roto la rodilla: no sólo podré escribir la historia algún día sino que también me va a hacer mejor persona.
Como tengo los ligamentos de la rodilla rotos y no tengo idea de cuándo me voy a recuperar, me consuela leer historias de tipos que la pasaron peor que yo.
Éste es Antoine de Saint-Exupéry, un escritor y piloto francés que nació en 1900 y desapareció misteriosamente en 1944 de la forma más literaria que se le ocurrió. Ya estaba viejo y había sufrido varios accidentes cuando realizó su último vuelo de reconocimiento, del cual nunca regresó.
Aparte de la conmovedora obra El principito tuve la paciencia de leer Vuelo nocturno, una novela que presagia de alguna forma su propia muerte, ya que el protagonista, Fabien, se pierde en una tormenta en la Patagonia.
Antoine de Saint-Exupéry escribía siempre desde sus experiencias; y de su vida uno aprende que en la adversidad se forjan los espíritus más nobles.
Al final, qué bueno es haberme roto la rodilla: no sólo podré escribir la historia algún día sino que también me va a hacer mejor persona.
18 de octubre de 2015
El continente misterioso (Emilio Salgari) [1894]
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
A los doce años no me preocupaba mucho por el imperialismo, la injusticia y el racismo. Por eso disfruté muchísimo la lectura de El continente misterioso, de Emilio Salgari, un escritor italiano al que tampoco le preocupaban mucho estas cosas.
Salgari nos cuenta en esta obra una típica aventura de conquistadores ambientada en el corazón del desierto de Australia. De esta novela recuerdo tan bien la escena en que los nativos asaban un canguro enterrándolo y haciendo una fogata sobre su cuerpo, como el momento en que enseñaban el método para cazar aves con boomerangs.
Sin preocuparse por la intolerancia de los occidentales hacia los nativos de África y Oceanía, Salgari murió padeciendo dificultades económicas, producto de la ambición y la intolerancia de quienes editaban sus libros.
A los doce años no me preocupaba mucho por el imperialismo, la injusticia y el racismo. Por eso disfruté muchísimo la lectura de El continente misterioso, de Emilio Salgari, un escritor italiano al que tampoco le preocupaban mucho estas cosas.
Salgari nos cuenta en esta obra una típica aventura de conquistadores ambientada en el corazón del desierto de Australia. De esta novela recuerdo tan bien la escena en que los nativos asaban un canguro enterrándolo y haciendo una fogata sobre su cuerpo, como el momento en que enseñaban el método para cazar aves con boomerangs.
Sin preocuparse por la intolerancia de los occidentales hacia los nativos de África y Oceanía, Salgari murió padeciendo dificultades económicas, producto de la ambición y la intolerancia de quienes editaban sus libros.
15 de octubre de 2015
John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973)
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
Un antiguo criterio de los griegos decretaba que todo texto era histórico en tanto el autor pudiera hacer que el lector “viviese” lo que estaba leyendo; nada de documentos, testimonios o pruebas de ningún tipo. Si tal criterio tuviera vigencia en estos tiempos no habría, a mi parecer, nada más histórico que la trilogía “El señor de los anillos”, escrita por John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973).
Así que si me preguntan cuándo y dónde hubiera querido nacer, ya saben mi respuesta: en la Tercera Edad de la Tierra Media, entre Istaris, Enanos, Hobbits, Rohirrims y Elfos.
Un antiguo criterio de los griegos decretaba que todo texto era histórico en tanto el autor pudiera hacer que el lector “viviese” lo que estaba leyendo; nada de documentos, testimonios o pruebas de ningún tipo. Si tal criterio tuviera vigencia en estos tiempos no habría, a mi parecer, nada más histórico que la trilogía “El señor de los anillos”, escrita por John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973).
Así que si me preguntan cuándo y dónde hubiera querido nacer, ya saben mi respuesta: en la Tercera Edad de la Tierra Media, entre Istaris, Enanos, Hobbits, Rohirrims y Elfos.
8 de octubre de 2015
Franz Kafka (1883-1924)
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
Más de chico leía muchas cosas que no llegaba a entender del todo. De grande tampoco entiendo mucho, pero de lo único que no entiendo nada es de Kafka (1883-1824).
Al principio juzgaba su obra como mala, después entendí que en textos como "La madriguera", "El proceso" o "La metamorfosis" lo que busca es exactamente eso: que no se entienda nada.
Como en la vida misma, en los textos de Kafka no se sabe bien de qué se trata todo y en esa incertidumbre se descubre la verdad.
Entendí también que el mundo real en el que vivimos no predomina la economía ni la política, tampoco la religión ni el arte. En este mundo de injusticias, de gente sumisa y prepotente, de estructuras burocráticas interminables, de transportes que pasan por lugares extraños y de criaturas insólitas disfrazadas de personas inseguras, no predomina más que lo kafkiano.
Más de chico leía muchas cosas que no llegaba a entender del todo. De grande tampoco entiendo mucho, pero de lo único que no entiendo nada es de Kafka (1883-1824).
Al principio juzgaba su obra como mala, después entendí que en textos como "La madriguera", "El proceso" o "La metamorfosis" lo que busca es exactamente eso: que no se entienda nada.
Como en la vida misma, en los textos de Kafka no se sabe bien de qué se trata todo y en esa incertidumbre se descubre la verdad.
Entendí también que el mundo real en el que vivimos no predomina la economía ni la política, tampoco la religión ni el arte. En este mundo de injusticias, de gente sumisa y prepotente, de estructuras burocráticas interminables, de transportes que pasan por lugares extraños y de criaturas insólitas disfrazadas de personas inseguras, no predomina más que lo kafkiano.
7 de octubre de 2015
La isla del tesoro (Robert Louis Stevenson) [1883]
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
La obra completa es larga y por momentos densa. No dejan de apasionar las curiosas descripciones de la forma de vivir que tenían los piratas, enmarcadas en una típica narración de aventura.
Me gustó porque lo leí cuando tenía mucho tiempo libre, hoy mi juicio sería otro.
La obra completa es larga y por momentos densa. No dejan de apasionar las curiosas descripciones de la forma de vivir que tenían los piratas, enmarcadas en una típica narración de aventura.
Me gustó porque lo leí cuando tenía mucho tiempo libre, hoy mi juicio sería otro.
30 de agosto de 2015
Martín Fierro (José Hernández) [1872]
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
El Martín Fierro es tenido en la opinión general como la obra literaria más representativa de la tradición argentina. Hernández, al escribir el poema, imita la forma de hablar que tenían los antiguos gauchos y, por eso, el poema se torna bastante difícil de comprender en varios de sus pasajes.
La historia es conocida por muchos: un gaucho sufre la injusticia de ser tildado de vago y es obligado a luchar en la frontera contra el indio pese a tener una hacienda, hijos y una esposa que cuidar. Pasado un tiempo, tras no recibir su paga y ser blanco de muchos maltratos, abandona el ejército.
Al volver a su hacienda, encuentra la casa quemada y vacía de sus seres queridos. Por tanta tristeza, sumada a que desertar del ejército era un crimen de gravedad, Fierro se convierte en forajido. En esa situación, huyendo de pueblo en pueblo, cae un día a una pulpería completamente borracho y mata a una persona (el poema resalta su piel de color negra), no sin antes ofender a la mujer que lo acompañaba.
En la última emboscada que le tienden para atraparlo, un sargento se pone de su lado desobedeciendo la orden de sus superiores y juntos se fugan a territorio indígena.
A grandes rasgos, el Martín Fierro tiene una cosa buena y tres malas. Lo bueno es que nos cuenta una historia donde el protagonista desobedece la autoridad que, como casi siempre, abusa de su poder, dañando a personas injustamente y sin respetarlas. Por otro lado, sus puntos en contra son: a veces es aburrido, es racista y ofrece, sin duda, una versión menoscabada de la figura femenina.
Tres cosas malas contra una buena: pulgar hacia abajo para el Martín Fierro.
El Martín Fierro es tenido en la opinión general como la obra literaria más representativa de la tradición argentina. Hernández, al escribir el poema, imita la forma de hablar que tenían los antiguos gauchos y, por eso, el poema se torna bastante difícil de comprender en varios de sus pasajes.
La historia es conocida por muchos: un gaucho sufre la injusticia de ser tildado de vago y es obligado a luchar en la frontera contra el indio pese a tener una hacienda, hijos y una esposa que cuidar. Pasado un tiempo, tras no recibir su paga y ser blanco de muchos maltratos, abandona el ejército.
Al volver a su hacienda, encuentra la casa quemada y vacía de sus seres queridos. Por tanta tristeza, sumada a que desertar del ejército era un crimen de gravedad, Fierro se convierte en forajido. En esa situación, huyendo de pueblo en pueblo, cae un día a una pulpería completamente borracho y mata a una persona (el poema resalta su piel de color negra), no sin antes ofender a la mujer que lo acompañaba.
En la última emboscada que le tienden para atraparlo, un sargento se pone de su lado desobedeciendo la orden de sus superiores y juntos se fugan a territorio indígena.
A grandes rasgos, el Martín Fierro tiene una cosa buena y tres malas. Lo bueno es que nos cuenta una historia donde el protagonista desobedece la autoridad que, como casi siempre, abusa de su poder, dañando a personas injustamente y sin respetarlas. Por otro lado, sus puntos en contra son: a veces es aburrido, es racista y ofrece, sin duda, una versión menoscabada de la figura femenina.
Tres cosas malas contra una buena: pulgar hacia abajo para el Martín Fierro.
29 de agosto de 2015
Herbert George Wells (1866-1946)
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
Para Herbert George Wells (escritor británico nacido en 1866 y fallecido en 1946) escribir La máquina del tiempo no fue más que una excusa para expresar su desacuerdo con el sistema capitalista, que distribuye la mayor parte de la riqueza entre pocos mientras la menor parte corresponde a muchos.
En su libro, plantea un futuro imaginario (año 800.000) donde los "eloi", viejos burgueses dueños de los medios de producción, viven en constante lucha con los "morlocks", antiguos trabajadores asalariados pertenecientes a una clase social inferior. Los "eloi" comen verduras orgánicas, viven a la luz del sol y son estúpidos, mientras los "morloks" son fuertes, viven en la oscuridad de cavernas sucias y comen lo que pueden.
En el pasado mes de marzo del 2015 pasé por Puerto Madero y también por Ingeniero Budge: no me jodan, Wells tenía razón y su predicción se cumplió antes de lo previsto.
Para Herbert George Wells (escritor británico nacido en 1866 y fallecido en 1946) escribir La máquina del tiempo no fue más que una excusa para expresar su desacuerdo con el sistema capitalista, que distribuye la mayor parte de la riqueza entre pocos mientras la menor parte corresponde a muchos.
En su libro, plantea un futuro imaginario (año 800.000) donde los "eloi", viejos burgueses dueños de los medios de producción, viven en constante lucha con los "morlocks", antiguos trabajadores asalariados pertenecientes a una clase social inferior. Los "eloi" comen verduras orgánicas, viven a la luz del sol y son estúpidos, mientras los "morloks" son fuertes, viven en la oscuridad de cavernas sucias y comen lo que pueden.
En el pasado mes de marzo del 2015 pasé por Puerto Madero y también por Ingeniero Budge: no me jodan, Wells tenía razón y su predicción se cumplió antes de lo previsto.
28 de agosto de 2015
Emilio Salgari (1862-1911)
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
Emilio Salgari (1862-1911) es un italiano que escribía novelas de aventuras que me fascinaban de chico. Más que "Sandokán" o "El corsario negro", prefiero una de sus obras más modestas: "El continente misterioso", que relata la colonización de Australia.
Emilio Salgari (1862-1911) es un italiano que escribía novelas de aventuras que me fascinaban de chico. Más que "Sandokán" o "El corsario negro", prefiero una de sus obras más modestas: "El continente misterioso", que relata la colonización de Australia.
27 de agosto de 2015
Arthur Conan Doyle (1859-1930)
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
El día más odiado por Arthur Conan Doyle (1859-1930) y el más amado por sus lectores es aquel en que se le ocurrió escribir sobre un detective llamado Sherlock Holmes. Ocurrió en una tarde distraída de Londres en la cual dio vida al detective, justiciero, intelectual y cocainómano que devoraría su nombre y su carrera con su fama.
Doyle odió su creación porque era perfecta. Su mayor deseo era que lo recordaran por su literatura de ciencia ficción y sus novelas históricas, por haber sido médico y oftalmólogo; y fue tanto su esfuerzo por escaparse de la perfección de su personaje que, en 1893, lo mató en “El problema Final”, aunque tuvo que revivirlo más tarde por la presión del público. Además, cuando Doyle tenía 55 años se quiso enlistar en el ejército aliado como simple soldado raso, para ser tan héroe como su detective.
Nada de eso le sirvió: hoy día pocos saben de Arthur Conan Doyle y todos recuerdan a Sherlock Holmes.
El día más odiado por Arthur Conan Doyle (1859-1930) y el más amado por sus lectores es aquel en que se le ocurrió escribir sobre un detective llamado Sherlock Holmes. Ocurrió en una tarde distraída de Londres en la cual dio vida al detective, justiciero, intelectual y cocainómano que devoraría su nombre y su carrera con su fama.
Doyle odió su creación porque era perfecta. Su mayor deseo era que lo recordaran por su literatura de ciencia ficción y sus novelas históricas, por haber sido médico y oftalmólogo; y fue tanto su esfuerzo por escaparse de la perfección de su personaje que, en 1893, lo mató en “El problema Final”, aunque tuvo que revivirlo más tarde por la presión del público. Además, cuando Doyle tenía 55 años se quiso enlistar en el ejército aliado como simple soldado raso, para ser tan héroe como su detective.
Nada de eso le sirvió: hoy día pocos saben de Arthur Conan Doyle y todos recuerdan a Sherlock Holmes.
22 de agosto de 2015
Almas muertas (Nikolai Gógol) [1842]
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
Almas muertas es una novela de Nikolai Gógol que me generó mucha expectativa, un poco por su gran título y otro tanto por el prestigio que goza entre la literatura rusa.
La obra nos cuenta la historia de un hombre que, para justificar su alta posición dentro de la sociedad, compra “almas”, es decir siervos, que ya habían muerto con el sólo fin de sumarlos a una lista de personas bajo su propiedad.
Hay que tener en cuenta que en 1842, año en que se publicó la obra, la esclavitud estaba permitida en Rusia y el tráfico de personas era cosa corriente. Hasta ahí vamos bien porque la novela es, en parte, una crítica a la sociedad rusa de ese momento, pero tiene un detalle tan decepcionante como imprevisto: ¡Gógol deja la obra sin final porque quema los últimos papeles!
Puede parecer un detalle menor, pero después de leer las más de cuatrocientas páginas en las que se extiende el argumento, ver que el autor no da ninguna explicación de nada y deja su obra totalmente inconclusa provoca una desilusión absoluta. Por tanto, recomiendo no leerla con tantas expectativas porque serán terriblemente defraudados.
Almas muertas es una novela de Nikolai Gógol que me generó mucha expectativa, un poco por su gran título y otro tanto por el prestigio que goza entre la literatura rusa.
La obra nos cuenta la historia de un hombre que, para justificar su alta posición dentro de la sociedad, compra “almas”, es decir siervos, que ya habían muerto con el sólo fin de sumarlos a una lista de personas bajo su propiedad.
Hay que tener en cuenta que en 1842, año en que se publicó la obra, la esclavitud estaba permitida en Rusia y el tráfico de personas era cosa corriente. Hasta ahí vamos bien porque la novela es, en parte, una crítica a la sociedad rusa de ese momento, pero tiene un detalle tan decepcionante como imprevisto: ¡Gógol deja la obra sin final porque quema los últimos papeles!
Puede parecer un detalle menor, pero después de leer las más de cuatrocientas páginas en las que se extiende el argumento, ver que el autor no da ninguna explicación de nada y deja su obra totalmente inconclusa provoca una desilusión absoluta. Por tanto, recomiendo no leerla con tantas expectativas porque serán terriblemente defraudados.
20 de agosto de 2015
Mark Twain (1835-1910)
Por Leandro Ramos, escritor y profesor de literatura
Mark Twain (1835-1910) fue un escritor muy simpático que, a diferencia de la gran mayoría, fue conservador durante su juventud y revolucionario en la vejez. Era un genio, defendió la lucha antiimperialista, el abolicionismo y la emancipación de la mujer.
Cómo él, yo quiero ser viejo en mi juventud y joven en mi vejez, para eso recuerdo cada tanto (ahora que abandoné la adolescencia) las aventuras de Tom o de Huck, sus personajes más famosos, que representan más que ninguno lo que siempre quise hacer de chico y, por timidez o miedo, nunca hice.
Mark Twain (1835-1910) fue un escritor muy simpático que, a diferencia de la gran mayoría, fue conservador durante su juventud y revolucionario en la vejez. Era un genio, defendió la lucha antiimperialista, el abolicionismo y la emancipación de la mujer.
Cómo él, yo quiero ser viejo en mi juventud y joven en mi vejez, para eso recuerdo cada tanto (ahora que abandoné la adolescencia) las aventuras de Tom o de Huck, sus personajes más famosos, que representan más que ninguno lo que siempre quise hacer de chico y, por timidez o miedo, nunca hice.
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