La principal categoría para medir la historia de la Tierra son los eones. Existen cuatro eones: actualmente, estamos viviendo en el cuarto. Hablemos del primer eón, el Hadeico.
Comenzó hace 5 mil millones de años, cuando la Tierra era apenas una suma de gases atraídos por un núcleo común, y finalizó hace unos 3.800 millones. Comprender la inmensidad de ese tiempo es casi imposible. A los que les cuesta esperar veinticinco minutos el colectivo, les recomendamos ni intentarlo.
Lo más importante es que a finales del Hadeico habrían aparecido las primeras formas de vida, pequeñas moléculas a las que, si pudiéramos viajar en el tiempo, ni siquiera veríamos. Parece que también hubo un bombardeo de meteoritos (eso suena más interesante).
Cuando escribí mi primera Historia Universal, lo resumí así de bruto:
“La formación de los protoplanetas, entre ellos la Tierra, se habría producido hace 3 mil millones de años. En esta época, el Sol ya quemaba energía, transformándola. Mil millones de años después, la Tierra ya era una esfera de metales y minerales en estado líquido, debido a la alta temperatura”.
No estaba tan mal.
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