2 de marzo de 2011

Imperio Romano (14 – 395)

Un tipo humilde. Tiberio decidió no usar el título de "emperador".
Desde la prosperidad con el primer emperador, Octavio, hasta su división en 395, el Imperio Romano sobrevivió a líderes desquiciados, asesinatos permanentes y hasta a la adopción del antes aborrecido cristianismo.

Octavio (27 a.C.–14 d.C.) fue el primero y más importante de los emperadores romanos. Dio fin a un siglo de guerras civiles y comenzó una era de paz y grandeza imperial.

Cuando murió sin sucesión directa, Tiberio (14-37) fue elevado al trono. Él colaboró con el Senado y dictó medidas favorables a las provincias.

Le sucedió Calígula (37-41), un desequilibrado que murió ejecutado a manos de los pretorianos. Su tío, Claudio (41-54), gobernó con menos injusticias, pero fue asesinado por su mujer, Agripina. Lo sucedió Nerón (54-68), hijo de ella.

Después de unos años de buen gobierno, Nerón obligó a su consejero Séneca a suicidarse tras un intento de derrocamiento y emprendió tremendas persecuciones contra los cristianos, especialmente luego de un gran incendio sufrido por Roma. Terminó provocando su propia muerte para no caer en manos del Senado, que había decidido quitarle el trono.

Le patinó el embrague. Nerón arrancó bien y después la limó mal.

Flavio Vespasiano (69-79) tuvo que hacer frente a la Guerra de Germania y comenzó la construcción del Coliseo. Lo sucedieron Tito (79-81, suprimió la pena de muerte), Domiciano (81-96, criticado por su fama de mentiroso y su fanatismo religioso) y Trajano (98-117). Este hispano conquistó la Dacia, la Arabia pétrea, Armenia y Mesopotamia, pero sus campañas militares perjudicaron la economía romana.

Adriano (117-138) reformó a la administración pública. Mejoró la situación económica del imperio, se dedicó a viajar por todas las provincias y liberó a algunas de ellas. Antonino Pío (138-161) consiguió reinar pacíficamente sin abandonar Italia. Cuando murió, no nombró herederos sino que le dejó toda su fortuna al Estado.

Marco Aurelio (161-180) fue el último de los conocidos como "buenos emperadores". Tuvo que luchar en Armenia, Mesopotamia y contra los germanos. Durante su reinado, Italia sufrió una peste y amplias zonas quedaron desiertas. Su hijo Cómodo (180-192) resultó un pésimo emperador. Perezoso y degenerado, intentó proclamarse dios-emperador para ganar la confianza del pueblo, pero le salió mal.

Cuando Cómodo fue asesinado, las legiones del Danubio elevaron al trono a Septimio Severo (193-211), que había nacido en África. Él restableció la unidad e inició la dinastía de los Severos. Le quitó confianza y poder al Senado, que en principio no lo apoyaba, y lo volcó en sus soldados, a los que les entregó más riquezas que sus antecesores.

Caracalla (211-117) asesinó a su hermano Geta y persiguió a enemigos reales e imaginarios, calculándose que mandó a ejecutar a unas veinte mil personas. Promulgó un edicto, en 212, por el que se concedía ciudadanía romana a todos los hombres libres del imperio.

Heliogábalo (218-222) creó un Senado de mujeres. Fue asesinado junto con su madre por orden de su abuela Julia Mesa, a quien en ocasiones dejaba a cargo del poder.

Alejandro Severo (222-235) fue asesinado en Germania por sus soldados, que nombraron emperador a Maximino. Entonces se inició un período de anarquía militar conocido como la Crisis del Siglo III.

A Maximino (235-238) también lo mató la guardia pretoriana (el ejército de Roma). Pupieno y Balbino gobernaron durante pocos días en 238.

Gordiano III (238-244) tuvo el poder sólo nominalmente, ya que el gobierno lo ejerció el Senado. Filipo el Árabe (244-249) no pudo frenar la crisis, pero al menos pactó la paz con Persia.

Decio (249-251) emprendió una campaña de exterminio contra los cristianos y murió luchando contra los godos, una de las tribus europeas que comenzaba a invadir el imperio.

La crisis romana siguió creciendo durante el gobierno de Galieno (253-268), que sufrió las permanentes invasiones de los pueblos vecinos. El peligro era tan grande que Aureliano (270-275) decidió invertir parte de la fortuna del imperio en amurallar la ciudad.

Fue Diocleciano (285-305) quien logró detener la terrible crisis (el empobrecimiento del pueblo era notable). Tomó fuertes decisiones, como la de dividir al imperio en cuatro regiones que fueron gobernadas por distintas personas, relegando parte de su poder. También le puso un precio máximo a cada producto para detener el abuso de los comerciantes. Diocleciano fue de los pocos emperadores que no fueron asesinados: cedió el poder a sus sucesores y se retiró a vivir en paz. Pero enseguida estallaron luchas entre los diversos generales, que querían mayor poder.

Constantino (306-337) derrotó en 312 a Majencio, quien intentaba quitarle el trono. Proclamó en 313 el Edicto de Milán, que establecía la libertad de cultos (o sea que las personas podían tener cualquier religión sin que las mataran) y favorecía a los cristianos, los más perseguidos en ese momento. Además, reorganizó al imperio: lo unificó (gobernaba un único líder, él mismo) y lo centralizó (las decisiones más importantes las tomaban pocas personas en pocos lugares). En 330 trasladó la capital de Roma a Bizancio, que por él recibió el nombre de Constantinopla. Sin embargo, a su muerte, el Imperio volvió a dividirse: cada uno de sus hijos gobernó una parte.

Constante (337-350), que inicialmente compartió el gobierno con sus hermanos, terminó siendo asesinado en la Galia (actual Francia). Tomó el poder Magnencio (350-353), considerado un usurpador porque fue nombrado por el ejército.

Constancio II (353-361), hijo de Constantino, finalmente recuperó el lugar que le correspondía por herencia y quedó como único emperador, pero, sobrepasado por los conflictos que atravesaba el imperio, cedió poder a su único familiar varón, su primo Juliano (361-363).


Los sucesores tuvieron que oponerse al creciente peligro de las invasiones de distintos pueblos a los que se conocía como bárbaros. El imperio ya mostraba síntomas de debilidad interna durante los gobiernos de Joviano (363-364), Valentiniano I (364-375), Graciano (375-383) y Valentiniano II (375-392). Poco a poco, se acercaba el derrumbe. 

Con Tedosio (379-395), el imperio vivió el último período de unidad. A partir del año 395, se dividiría en Imperio Romano de Occidente e Imperio Romano de Oriente, y ya nunca más volvería a unificarse. Era el fin de una era.

Cancherito. Constantino cambió el nombre de Bizancio por Constantinopla.

1 comentario:

  1. buenisimos estos resumenes historicos
    me estan ayaudando mucho en un proyecto que estoy realizando. muchas gracias por esta documentación
    atte
    rockefeller

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