Linda mascota. Estatua de Asurbanipal, uno de los principales reyes asirios. |
El ejército asirio tenía la peor concepción posible de las guerras: torturaba y asesinaba a la mayoría de los enemigos sobrevivientes, y utilizaba al resto como esclavos. Por eso generaba terror en los pueblos vecinos.
Alrededor del 1000 a.C. la independencia asiria sufrió dificultades. Sin iniciativa exterior, sobrevivió defendiendo su territorio en torno al río Tigris. Esa lucha continua por subsistir continuó forjando su carácter duro y cruel.
Los asirios crearon un vasto imperio, sometieron a Babilonia y ejercieron su hegemonía sobre Siria y Palestina. Esta etapa (911-860 a.C.) finalizó con el desmoronamiento del imperio y la independencia de Babilonia.
Con Tiglathpileser III (745-727 a.C.) y Sargón II (722-705 a.C.) se inició el Gran Imperio Asirio. Dominaron a medos, sirios, fenicios y hebreos; y reconquistaron Babilonia. Cada vez que uno de esos pueblos dejaba de pagar tributo e intentaba liberarse, la reacción asiria era sanguinaria y brutal.
Senaquerib (705-681 a.C.) destruyó Babilonia luego de otro intento de sublevación. Asarhadón (681-669 a.C.) prefirió la diplomacia a la fuerza, intentó reconstruir Babilonia y murió combatiendo a los egipcios.
El apogeo del Imperio Asirio coincidió con el reinado de Asurbanipal (669-628 a.C.). Una vez muerto, los desórdenes internos y las invasiones escitas debilitaron al estado. Egipto se liberó; y medos y babilonios se aliaron y destruyeron a las principales ciudades, incluida Nínive, la ciudad asiria más poderosa y odiada por sus enemigos. Allí murió Sinsharishkun, último rey asirio, en 612 a.C.
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