30 de noviembre de 2020

Galileo Galilei (1564-1642)

"Había una vez un científico que después de haber descubierto que la Tierra giraba alrededor del Sol (y no al revés, como se creía) se desdijo y pidió perdón porque el poder de turno lo apretó un poco, amenazándolo con una insignificancia histórica: su muerte. Este hombre, que se llamaba Galileo, quedó en la historia por ambas gestas: había logrado participar en el mayor descubrimiento y en la más grande cobardía de su tiempo".

Así empieza La cobardía de llegar a viejos, hermosísimo texto de Hernán Casciari que habla, entre otras cosas, sobre Galileo Galilei.

Casi no encontraremos oposición si decimos que Galileo fue una de las cinco personas más influyentes del siglo XVII. 

Galileo nació en Pisa (actualmente es una ciudad de Italia) en 1564. Su papá quería que fuera médico y su tutor (quien lo educó en su primeros años) quería que fuera sacerdote, pero a él le encantaba la matemática, y terminó siendo uno de los astrónomos, físicos e ingenieros más importantes de la historia, con un detallecito: ¡no terminó ninguna carrera universitaria!

Sus intereses iban más allá de lo que enseñaban en la universidad: no quería saber lo que ya se sabía, sino buscar nuevos conocimientos. Su existencia generó un enorme avance para las ciencias, aunque siempre está bueno recordar que los conocimientos son una construcción colectiva y no individual. En su época, Galileo construyó junto a Francis Bacon (1561-1626), Johannes Kepler (1571-1630) y decenas de mujeres y hombres que también estudiaban y experimentaban furiosamente.

Galileo se animó a la osadía de oponerse a algunas ideas (entonces casi indiscutibles) que Aristóteles había impuesto 1.900 años antes. Tenía que disimularlo, porque era peligroso decirlo, pero le gustaban mucho más las ideas de Nicolás Copérnico (1473-1543), a quien la Iglesia católica consideraba un hereje.

En 1604, Galileo descubrió la ley del movimiento uniformemente acelerado. ¿De qué se trata? Dicho medio a lo bruto: que si empujamos un objeto, su velocidad y dirección podrían ser constantes. El motivo por el que un objeto frena o cambia de dirección es por otras partículas que lo detienen o desvían. O sea que si lanzáramos una pelotita en el vacío, se movería infinitamente, siempre a la misma velocidad, siempre en la misma dirección. ¡Faa!

Galileo también creó el termoscopio (precursor del termómetro) para medir la temperatura; y mejoró enormemente el telescopio. El que había creado Hans Lippershey podía aumentar 3 veces el tamaño de un objeto, y Galileo creó telescopios que lo aumentaban 6, 9 y hasta 20 veces. 

Muchas veces, los telescopios le salían muy mal, no se veía casi nada y algunas personas se burlaban de él, pero Galileo siguió y siguió.

El mayor y más peligroso postulado de Galileo fue, al igual que había hecho Copérnico, refutar la idea de Aristóteles de que todos los cuerpos del universo giran alrededor de la Tierra. Galileo fue más allá y también refutó a Copérnico, que decía que todo giraba alrededor del Sol: demostró que algunos cuerpos giraban alrededor de Júpiter (sus satélites). ¡Todo con un telescopio medio destartalado que aumentaba apenas 20 veces lo que vemos!

La Iglesia católica necesitaba sostener una idea que aparece en La Biblia: que la tierra es estática y el centro del universo. Entonces, bajo el argumento "es un mentiroso, porque La Biblia dice lo contrario", en 1616 le prohibió presentar muestras de que su teoría era cierta. Era absurdo: Galileo tenía que decir que eran "hipótesis posibles" y no "hechos demostrables". Si no, como otras 7 millones de personas, sería asesinado por la Inquisición.

Galileo sabía que tendría una sola chance para demostrar la verdad. Una vez que lo hiciera, probablemente lo matarían. Mientras algunas enfermedades reumáticas le generaban mucho dolor, siguió estudiando y descubriendo.

Estuvo a punto de morir por una enfermedad en 1628, pero se salvó. Su vista empezó a deteriorarse muy rápido y sabía que pronto quedaría ciego. 

En 1632, cuando tenía 68 años, se animó: esperó a la convocatoria más importante de su vida, enfrente de decenas de científicos y hasta del mismísimo papa, y presentó un escrito y las pruebas que demostraban que la Tierra no estaba quieta, que se movía permanentemente.

Fue tan contundente que la Iglesia (¡solo para no reconocer que había un error en La Biblia!) solo pudo encerrarlo y decirle que, si no firmaba un papel abjurando (diciendo que todo era mentira), lo iba a torturar hasta matarlo.

"Si Galileo, en lugar de acobardarse y temblar –dice Casciari–, hubiese aceptado su destino trágico, hoy estaría en el top ten de los héroes universales. Pero como abjuró y se murió de viejo, negando la verdad a la que había arribado, lo encontramos muy abajo en el listado de la Grandeza Humana, entre otros genios dudosos que hicieron mucho por el mundo pero no lo suficiente por su propia mitología biográfica. Galileo está en el puesto 116º, entre el tipo que inventó el cepillo de dientes eléctrico y el rubiecito de Nirvana".

Aun negando sus descubrimientos, a Galileo lo condenaron en 1633 a prisión perpetua domiciliaria. No podría salir jamás de su casa. La Iglesia no se había animado a asesinar sin argumentos a un científico tan popular, pero quería asegurarse que nadie más supiera de él.

Pero Galileo no solo era genial para descubrir estrellas: encontró la manera de enviar nuevos descubrimientos y teorías, por escrito, hacia reinos no católicos. Siguió estudiando en su casa (incluso después de quedar ciego en 1638) y sus ideas siguieron expandiéndose. Murió a los 77 años.

¿Ustedes piensan que la Iglesia alguna vez reconoció su error? Pues no. En 1990 expresó en uno de esos documentos que cada vez nos importan menos, que "la condena a Galileo Galilei fue razonable y justa". Una inmundicia, la verdad.

"La gran gesta de Galileo no fue el descubrimiento de la traslación terrestre, ni la cobardía de apegarse a la vida y a la carne –concluye Casciari–. Su grandeza ocurrió muchos años después, y casi nadie lo apunta en los libros".

Las investigaciones de Galileo, después de negar que la Tierra se movía para que no lo mataran, fueron importantísimas. "Si hoy tenemos luz eléctrica, por ejemplo, es gracias a la cobardía de Galileo –celebra Casciari–, a sus ganas de no morirse joven. Si Galileo no hubiera sentado las bases físicas para el posterior análisis del movimiento, Newton hubiera sido cajero de supermercado".

"Hay cobardes que eligen no morirse jóvenes –cierra Casciari y me agarra una emoción que no puedo más–: los que piensan que hay cosas por hacer en el mundo además de convertirse en poster". ¡Aguante Galileo!

2 comentarios:

  1. Es injusto el planteo de cobardía. Como lo dice esta entrada, hizo mucho eligiendo no morir. Y eludiendo a la inquisición.

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    1. Sos una de las pocas personas que lee estos textos con constancia. ¡Gracias!

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