11 de junio de 2011

Sócrates (470 - 399 a.C.)

Vaya, genio. Sócrates antes de morir, óleo de Jacques-Louis David (1787).
Sócrates fue un filósofo griego. Si decís que fue el filósofo más importante de todos los tiempos, nadie se va a enojar. Para que te hagas una idea de lo grosso que fue, a todos los filósofos que nacieron antes que él (Tales de Mileto, Heráclito, Parménides y unos cuántos más) se los llama filósofos presocráticos. Es como si la filosofía hubiera nacido cuando nació Sócrates.

Sócrates se llamaba solamente Sócrates porque en el siglo V a.C. no se utilizaban apellidos. A lo sumo, te agregaban tu ciudad después del nombre. Así, yo hubiera sido Martín de Lomas de Zamora, Pablo hubiera sido Pablo de Campana y Batman hubiera sido Bruce de Gotham City.

No existe nada que Sócrates haya escrito, mucho menos algún registro de su voz, y muchísimo menos alguna persona que haya comido un asado con él. ¿Cómo sabemos que fue tan importante, entonces? Porque uno de sus amigos, Platón, se la pasó escribiendo sobre él. En el colegio te enseñan que Platón fue su discípulo, su alumno y esas cosas, pero yo estoy seguro de que, antes que nada, eran amigos.

¿Y qué es lo que decía este tal Sócrates? Para empezar, salía a las calles de Atenas para conversar con las personas, con cualquiera. Le encantaba conversar sobre cosas rebuscadas y geniales. En ese momento (más o menos como pasa ahora) todos creían que la tenían muy clara. "El mundo es así, así y así", decía la mayoría de los griegos. Los políticos, los poetas, los artesanos: casi todos creían que ya no quedaba nada por descubrir.

Sócrates, en cambio, se hacía el humilde, iba a menos aunque tenía el ancho de bastos; tipos así me caen bien. La frase predilecta de Sócrates era "sólo sé que no sé nada". Eso, que ahora parece una pavada, era una genialidad maravillosa. "Amigos -se envalentonaba Sócrates mientras tocaba su barba-, si no entendemos nada al menos empecemos por asumirlo. Acá mi amigo Platón dice que yo soy un sabio, un genio. Pero Platón no entiende nada. Todo bien con él, pero lo único que me hace un poco más sabio que alguno de ustedes es darme cuenta de todo lo que no sé. Las únicas verdades, amigos atenienses, están dentro nuestro".

A Sócrates le molestaban los tipos que cobraban por hablar sobre filosofía: los sofistas. Sócrates conversaba gratis y hasta te ofrecía un poco de agua de su jarra. No creía en la existencia de los dioses. No es que negaba su existencia, simplemente decía que no sabía si existían. Esa irreligiosidad fue uno de los motivos que se usaron para obligar a Sócrates a elegir entre el destierro (irse de Grecia para siempre) o el suicidio.

Las palabras difíciles para aprender sobre Sócrates son refutación y mayéutica. La refutación era el método, la manera que tenía Sócrates de demostrarle a los demás que no sabían nada. Pongamos un ejemplo de lo que Sócrates haría ahora.

Sócrates: Pablo Aro Geraldes, ¿vos conocés a Racing?
Pablo Aro Geraldes: Sí, claro, don Sócrates.
S: ¿Y conocés a Fausto Scoccia?
PAG: No, Sócrates, no lo conozco.
S: ¿Cómo sabés que no lo conocés, Pablo Aro Geraldes?
PAG: Porque nunca lo vi, Sócrates. Nunca le vi la cara.
S: ¿Y a Racing, que tanto lo conocés, le viste la cara?
PAG: No, don Sócrates, al Racing no lo vi.
S: ¿Entonces cómo lo conocés, perejil?
PAG: No lo sé, Sócrates.
S: ¿Ves? Al final no sólo no conocés a Fausto ni a Racing, sino que ni siquiera conocés lo que significa la palabra conocer.
PAG: Tiene razón, don Sócrates. Soy un pobre tipo.

La mayéutica, en tanto, era la manera de lograr que los hombres recordaran lo que ya sabían. Veamos también un ejemplo.

Sócrates: ¡Venga para acá, Pablo Aro Geraldes!
Pablo Aro Geraldes: ¿Otra vez yo, don Sócrates?
S: ¡Sí, otra vez vos! ¿Qué sabés del tenista Santiago Giraldo?
PAG: Nada, de tenis no sé nada.
S: ¿Así que no sabés nada?
PAG: Nada, Sócrates. ¿Vio que yo sí reconozco que no sé nada?
S: ¿Santiago Giraldo es acaso Guillermo Vilas?
PAG: ¿Qué dice, don Sócrates? Claro que no.
S: ¿Santiago Giraldo es el presidente de Argentina?
PAG: No, no.
S: ¿Santiago Giraldo es hombre o mujer?
PAG: Hombre.
S: ¿Santiago Giraldo es tu hermano?
PAG: No, que yo sepa.
S: ¿No era que no sabías nada sobre Santiago Giraldo? Y resulta que sabés que no es Vilas, que no es presidente de Argentina, que es hombre, que no es tu hermano...
PAG: Pero...
S: ¡Pero nada! ¿Qué se dice?
PAG: Tiene razón, don Sócrates. Soy un pobre tipo.

Y así Sócrates iba descubriendo los conocimientos que las personas ignoraban de sí mismas.

Al final, cuando tenía 70 años y pocas ganas de que lo molestaran, a Sócrates le exigieron que reconociera la existencia de los dioses o que se fuera de Atenas. Si no, lo mataban. En realidad, lo que había pasado es que algunos de los discípulos de Sócrates se aliaron con bandos enemigos y atacaron a Atenas, entonces le echaron la culpa a él.

Sócrates podría haber zafado pidiendo ayuda a algunos de sus poderosos amigos, pero estaba bastante harto de todos. Irse de la ciudad, por otro lado, para los griegos era peor que morir, porque su ciudad era todo para ellos. Entonces Sócrates miró con desprecio a los que lo sentenciaron, dijo algunas frases gloriosas (la imagen de arriba simboliza ese momento) y tomó el veneno, nomás.

Aguante Sócrates.

5 comentarios:

  1. "Vaya, ¡Genio!", le habría dicho Sócrates. Y él se fue: recién nació 25 siglos después en la calle Oliden.

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  2. muy buena informacion y "yo solo sè que no sè nada"

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  3. Nunca pensé llegar a reírme tanto leyendo sobre historia, muy bueno y divertido texto, gran ingenio y elocuencia para explicar palabras complicadas :)

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