13 de septiembre de 2024

El Eternauta (1957-1959)

Empecé a leer historietas a los 6 años, en 1990, gracias a la colección Batman y los Outsiders, publicada por Editorial Perfil. Desde entonces mi normalidad, mi cánon, fueron las historietas estadounidenses de superhéroes, específicamente de DC Comics: Batman, Superman, la Liga de la Justicia, Flash.

Por suerte esas revistas traían correo de lectores, entrevistas a autores, notas informativas. A los 7, 8 años yo no paraba de leer dos palabras, para mí desconocidas, en esos textos: Borges y Eternauta.

Borges era el gran referente para la mayoría de los guionistas, y cuando vi una publicidad en la tele sobre una colección de libros suyos le pregunté a Tati (que también es mi mamá) si me podía comprar uno. Todavía hoy, en este blog, sigo escribiendo sobre el Jorge Luis.

Con El Eternauta el misterio duró más, porque no lo nombraban en la tele. Pero yo empecé a ir al Parque Rivadavia a buscar más y más comics, y un día me lo crucé a precio regalado: creo recordar que era $3,50. Sería el año 1997. Seguro fue un domingo, porque el que me llevaba al Parque Rivadavia era Juanca (que también es mi papá).

Empecé a leer las 350 páginas en el auto. Seguí en la casa de mi abuela Lucy. Después Juanca me llevó a mi casa, y seguí leyendo. Nunca pude parar. Lo terminé esa misma madrugada, extasiado de imaginación, emociones, descubrimiento. El Eternauta, Oesterheld (su escritor) y Solano López (su dibujante) se convirtieron en parte de mi Panteón, junto a dioses como el Piojo López, mi primo Matías y Los Chakales.

El Eternauta es el objeto que más presté en mi vida. Lo hacía siempre con un desafío: les decía a las personas que leyeran hasta la página 30. Que si no les gustaba hasta ahí, me lo devolvieran y nunca más confiaran en mis recomendaciones. Jamás, pero jamás alguien me lo devolvió sin terminarlo. Y era difícil, eh: 350 páginas en blanco y negro, y formato incómodo, para personas que tal vez nunca habían leído una historieta.

Curiosamente, jamás lo volví a leer. No lo necesité: el recuerdo del Eternauta, de lo que me generó leer El Eternauta, siempre me acompañó. De hecho, tampoco leí nada más escrito por Héctor Germán Oesterheld, pero supe de él que fue un valiente luchador social asesinado por la dictadura que torturó a la Argentina entre 1976 y 1983.

27 años después de aquel 1997, en 2024, me fui a vivir a Humahuaca, Jujuy. Obviamente, esa recopilación de El Eternauta, un poco maltrecha por tanto préstamo, viajó conmigo.

Ante la refundación de mi vida, decidí releer (o leer por primera vez) todos mis comics. En orden cronológico. Arranqué con Batman y Superman de las décadas del '30 y '40, y pronto llegaron historietas escritas por Oesterheld que había guardado sin leer: Sargento Kirk, Ernie Pike, Sherlock Time. Y también, claro, El Eternauta.

Volví a atragantarme con esas 350 páginas y volvieron a encantarme como cuando tenía 13 años. ¡Qué maravillosa obra de arte! Hasta ahora, es cierto, hablé más sobre mí que sobre El Eternauta, así que acá voy: es una historia que fue publicada entre 1957 y 1959 en la revista Hora Cero Semanal. ¿De qué se trata? No hace falta que lo cuente yo. Te reto a que leas las primeras 30 páginas y, en caso de que no te guste, ahí sí que te resumo la historia. Pero seguro que no va a hacer falta.


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