La historia nació en el año 776 a.C., cuando las ciudades griegas se reunieron en Olimpia para compartir actividades que unieran a las diferentes culturas. Durante todos esos días, se frenaban las guerras.
¿Cómo podemos demostrar que es así? Retrocediendo en el tiempo para comprender su evolución. No iremos hasta el origen de los deportes, por falta de espacio y porque puede resultar tedioso; pero pensemos que los deportes nacieron como pasatiempos, juegos en los que no eran necesarios reglamentos, árbitros ni resultados. La idea de unir esas actividades en un mismo lugar, de hacerlas públicas y difundirlas, fue de los griegos.
La vida de los griegos de la Edad Antigua era muy distinta a la nuestra. No sólo porque no tenían celular ni internet, claro: estamos hablando de diferencias mucho más profundas. Los griegos se concebían como parte de una ciudad (las llamadas polis), y sin ella y sus habitantes no eran nada. De ahí que el peor castigo que podía sufrir un griego no era la muerte (donde lo esperaban los dioses olímpicos) sino el destierro, la expulsión de su ciudad. Y por eso, filósofos como Platón o Aristóteles jamás hubieran pedido derechos de autor sobre sus ideas o escritos: ellos, como todos los griegos, consideraban que un pensamiento compartido pasaba a ser de todos y para todos. Pero no nos desviemos tanto.
Allá por el 776 a.C., Grecia no era un país, sino una suma de ciudades con diferentes culturas, unidas por el idioma y un pasado común. Los Juegos Olímpicos fueron una de las formas planeadas y pensadas, uno de los artificios (¿Ven cómo llegamos al origen del asunto?) construidos para unir a esas culturas. El pacto que hacían las ciudades participantes (y que cumplían) era que, durante los Juegos, se frenaban las hostilidades. Se paraban las guerras.
Coroebus de Elis ganó la “carrera del estadio”, primera prueba de la historia de los Juegos, que no era demasiado distinta a una carrera de velocidad actual. Ante el éxito de esa primera edición (de la que, es cierto, no se conocen muchos detalles), decidieron repetirla cuatro años después.
Desnaturalicemos también la idea de organización que tenemos actualmente. No había mails, no había teléfono: al terminar una edición, los líderes políticos de las ciudades se comprometían a presentar a sus mejores atletas 1460 días después. A veces, algún mensajero intentaba entregar una carta que le recordaba esa cita, en la ciudad vecina. Si tenía mucha suerte, volvía sano y salvo.
Si nuestros Juegos Olímpicos modernos llevan 116 años de existencia y ya nos parecen eternos, los Juegos antiguos todavía llevan gran ventaja: duraron 1169 años. Sí: nos faltan unas 292 ediciones más para alcanzarlos; los Juegos modernos deberían durar hasta el año 3065. Lo repetimos: todo nació como un artificio para unir a las culturas griegas.
Los Juegos antiguos también tienen historias interesantes. Contemos algunas de ellas.
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