29 de agosto de 2015

Una excursión a los indios ranqueles (Lucio Mansilla) [1870]

Lo terminé. Terminé el libro más largo que leí en mi vida. 537 páginas. Quién lo hubiera dicho.

Una excursión a los indios ranqueles es uno de los libros que, teóricamente, tenía que leer para la materia Literatura Argentina I en la Universidad de Lomas de Zamora. La cursé en el primer cuatrimestre de 2014 y la regularicé. Dejé el final para marzo de 2015 porque quería terminar los 11 o 12 libros que exigían los profesores, pero no llegué. Ni de cerca. Aprobé con 8.

Por obligación moral, decidí intentar leer los textos que me faltaban, que eran la mayoría. Ahí estaba Una excursión, un masacote de más de 500 páginas que me prestó Leandro, mi amigo más querido. Había leído, con suerte, 100 páginas. Con eso me había presentado al final. Quedaban más de cuatrocientas.

El libro cuenta una historia real, la expedición que hace Lucio Mansilla, autorizado por el asesino presidente llamado Domingo Faustino Sarmiento, para intentar firmar un tratado de paz con uno de los pueblos que vivían en territorio argentino: los ranqueles.

Me conmovió. Mientras leía el libro, y hasta hoy mismo, colaboro con el acampe que algunos pueblos originarios están haciendo en Buenos Aires. Porque los siguen matando. Los mataron los españoles, desde 1492; y los matamos los argentinos, desde 1816.

Leí el libro con una advertencia de Leandro: al final, se usó la información que dio Mansilla para exterminarlos más fácil. Los tratados de paz son una mentira. Si dos partes quieren la paz, no hay nada que firmar.

Pobre Mansilla: lo veo como un Einstein más. Las enseñanzas de Einstein tenían un fin hermoso y terminaron siendo usadas para construir el peor artefacto que creó un ser vivo: la bomba atómica. Mansilla quiso mostrarnos la vida de los ranqueles para enseñarnos que no eran mejores ni peores que la "civilización": simplemente eran distintos. Y sus palabras terminaron siendo balas en el pecho de cada justo ranquel traicionado por el sucio Sarmiento, por el genocida Julio Argentino Roca, por nuestra estúpida civilización tan española y tan poco argentina.

Por momentos me aburrió, eh. No es una seguidilla de genialidades. Pero pensemos que yo nunca había leído un libro tan largo. Abandoné todos: la Ilíada, el Quijote, Los miserables, Anna Karenina. Con este no pude. Quise encontrarle el truco, ver en qué había fallado Mansilla al escribirlo. Y no lo encontré. Mansilla no fue un ingenuo. O, en todo caso, yo también lo soy. Yo podría haber sido Mansilla.

Dice algunas cosas injustas, horribles, especialmente sobre las mujeres. Pero eran cosas muy arraigadas en la mentalidad del siglo XIX. La mayoría de lo que dice Mansilla, de lo que hace, lo muestra noble. En el peor contexto, la pelea de la "civilización" contra la "barbarie", trata de ser el nexo, el pacificador. Le salió mal a Mansilla, pero yo lo recordaré siempre con respeto.

Los ranqueles, como cualquiera imaginará, no eran buenos ni malos. Había ranqueles justos e injustos, como en todos lados. Pero no tenían ganas de exterminar a los que eran diferentes, y eso ya los hacía mejores a la mayoría de nosotros. Ahí están los Qom, los Nivaclé, los Pilagá, los Wichís: llenos de hambre en Avenida de Mayo y 9 de Julio, mientras casi toda la población los mira con desprecio. Mientras yo, en vez de estar ahí, durmiendo con ellos, me conformo con llevarles una frazada, quedarme con la otra y escribir este post.

No voy a olvidar nunca Una excursión a los indios ranqueles, y creo que eso es algo bueno que se puede decir de un libro. Pero escribo abrumado por el dolor, el dolor del pasado, porque me duele que en mi casa, en mi trabajo, en mi barrio nadie llore las muertes de tantas personas asesinadas por ser considerados "indios". Porque este país, allá por 1870, no sólo planeaba seguir masacrando a los que ya masacraba, sino que también masacró a todo el pueblo paraguayo, en una masacre llamada Guerra de la Triple Alianza.

Por eso no canto el himno: porque en nombre de esta enmugrecida nación argentina se ha matado mucho más de lo que se ha amado. Lo siento en el cuerpo, en todo el cuerpo, lo sentía antes y lo siento después de las 537 páginas: soy mucho más ranquel que porteño. Soy mucho más paraguayo que argentino. Jamás podría sentirme parte del que usó su poder contra otro. Jamás.

Seguramente, Lucio Mansilla, enterado de que fue usado como herramienta para matar personas, hubiera querido que, al menos, alguien continuara su lucha un siglo y medio después. Y acá estoy, hoy escribiendo en este blog, pero mañana, y pasado, afuera, poniendo el cuerpo para defender a los ranqueles de hoy de los Sarmientos que nos oprimen, violan, asesinan.

A todos los pueblos originarios les pido este inútil perdón por tanta injusticia, y ojalá algún día podamos compartir un mundo más justo y gritarnos unos a los otros, como aprendi de Mansilla:

"¡Yapaí!"

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