No les voy a dar muchas vueltas. Lo escribió en 1949 un tipo que se llamaba George Orwell (nacido en la India) y que inventó un futuro espantoso: en 1984, el mundo es una porquería inmunda en la que gobierna una dictadura brutal y compleja en la que nadie puede hacer absolutamente nada (ni siquiera pensar) de una manera que no sea la impuesta por “el partido”.
Al principio se me hizo medio un embole porque explica y explica cómo funciona ese mundo tan raro. Después me empezó a gustar, porque parecía haber una esperanza incluso para ese mundo. Pero les voy a cagar el final, así que si no lo leyeron, váyanse o lean lo que viene sabiéndolo. ¡Ay, qué final hijo de putre! Todo el final, todos los últimos capítulos, todo ese mensaje horroroso. Al protagonista, que estaba encontrando en el amor una herramienta de construcción colectiva para luchar contra esa dictadura, lo descubren, en realidad lo descubrieron desde el principio, y empiezan a someterlo a sesiones de tortura que, no sé, no entiendo por qué Orwell quiso detallarlas tanto, todavía me duele la panza.
Me parece que alguna vez leí que Orwell era bueno y quería advertirnos acerca del futuro terrible que le esperaba al mundo si permitía las dictaduras. Qué sé yo, puede ser. Hay que entender que el tipo escribe en 1949: el holocausto, el asesinato de 7.000.000 de personas por capricho nazi, había terminado hacía nada de nada, apenas cuatro años.
Pero Orwell, dejame una esperanza, no sé. El final es terrible, horror espantoso, parece un libro elaborado solamente para que su final sea lo más angustiante y devastador posible. Sentí repulsión.
Me chupa un huevo que de este libro salió el nombre de “Gran hermano” o si ganó algún premio o qué sé yo. La concha del pato, Orwell, me hacés pensar que no está tan mal este mundo si en 1949 esperabas algo así. Pero no está bien eso, Orwell: cada 6 segundos muere una niñe de hambre en un rincón del mundo. Tu 1984 era una mierda pero nuestro 2021 también.
Escribo esto para advertírselos: no lo lean. Es cierto que puede ser que sientan distinto a mí y les parezca una aventurita, una historia de horror de ficción, que ni siquiera les afecte. Pero, ¡ay si algunas de mis sensibilidades se les metió en la vida! Este libro de mierda abre muchos interrogantes y responde poco.
¡Dejame una esperanza, Orwell! El pacto humanitario entre personas justas es, cuando contamos un horror, terminar con una esperanza, aunque sea inventada. Vos lo destrozaste todo, George Orwell. ¿Tal vez fue tu forma de ayudar a que ese mundo finalmente no haya existido? Ojalá, qué sé yo, sigo confundido. Por momentos parecés regocijarte con la lógica genocida del “partido”. Por momento pareciera que a vos también te lavaron un poco el cerebro.
Pero no lo creo, Orwell. Yo creo en vos como creía Winston en que la injusticia absoluta no es posible. Que la rebelión siempre tiene raíces ocultas. No hubieras gastado los últimos meses de tu vida en escribir esto si, un poco, no desearas un mundo distinto. Pero me la hiciste pasar como el orto, Orwell.
No quiero irme como 1984: sin dejar esperanzas. Si quieren leerlo, léanlo abrazando a alguien. Léanlo luchando contra una injusticia. Léanlo con ganas de salir afuera a romper autoritarismos, que están todo el tiempo en todos lados.
Si la sociedad que imaginó Orwell todavía no llegó, agarrémonos de eso para acumular conciencia, fuerzas, estrategias. No estamos tan pero tan lejos, es cierto. Pero aun tenemos esperanzas gracias a millones de Winstons asesinades por luchar por algo menos horroroso.
Ya sé que siempre termino diciendo lo mismo, pero 1984 me refuerza las ideas. Me importa una mierda casi todo lo que no sea esta cosa monstruosa que es el mundo entero y cómo hacer para que, en esa involución y evolución y modificación permanente, los cambios que sucedan nos alejen lo máximo posible de ese mundo abyecto y asesinado en el que George Orwell me tuvo con náuseas durante mis últimas horas.
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