Por su ubicación geográfica (estaba en medio de muchas
regiones poderosas), el territorio de Siria fue dominado desde sus comienzos
por distintos pueblos: fenicios, filisteos, asirios, persas y macedonios.
Luego de la creación del Imperio Romano de Oriente (año
330), Siria pasó a depender de las decisiones que se tomaban en la ciudad de
Bizancio, capital del imperio. El dominio bizantino duró hasta el año 634 y
estuvo caracterizado porque justamente en Siria nacieron muchas confrontaciones
dentro del cristianismo, que era la religión oficial del imperio.
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