Durante el siglo XIII, buena parte de la actividad comercial se producía durante las ferias.
Las ferias se distinguían del mercado por durar varios días, celebrarse sólo en determinadas festividades y por atraer a gente de varios países en busca de objetos difíciles de encontrar.
La llamada “letra de feria”, que permitía aplazar un pago, gozó de gran aceptación; el crédito y el préstamo eran cada vez más utilizados.
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