Estatua de Alfredo el Grande. |
¿Cómo sigue la historia? En el año 810, los vikingos daneses comenzaron a dirigir sus viajes, en los que llegaban a través del mar y saqueaban pueblos, hacia tierras de Inglaterra. Ya en el año 866, se apoderaron de los reinos de Northumbria y Mercia, y saquearon repetidamente la ciudad de Londres. Así comenzó la lucha entre vikingos (también llamados normandos) y sajones (quienes vivían hasta ese momento en Inglaterra). Wessex fue el único de los reinos que mantuvo su independencia y enfrentó a los normandos.
El rey anglosajón Alfredo el Grande (871-899) derrotó a los normandos en la importantísima batalla de Ethanburt (878), pero no consiguió expulsarlos. A partir de entonces, los normandos renunciaron a nuevas conquistas, adoptaron el cristianismo y decidieron consolidar su dominio en el este de Gran Bretaña, formando un territorio con lengua y leyes propias llamado "Danelaw".
Los sucesores de Alfredo el Grande (Eduardo, Athelstan, Edmundo y Edgardo) poco a poco, fueron invadiendo y recuperando territorios del Danelaw. Además, expandieron su dominio por Escocia y Gales.
En su esfuerzo por diferenciarse de los romanos y los francos, los reyes de Wessex privilegiaron su propio lenguaje, el inglés, para evitar el tradicional latín.
A inicios del siglo XI, las tropas danesas, al mando de Sven Barba de Horquilla, arrasaron el reino de Wessex, que pasó a ser una provincia de Dinamarca, que era gobernada por Canuto el Grande (995-1035). La dominación danesa continuó durante medio siglo, hasta que el trono de Wessex fue asumido por Eduardo III.
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