Luis el Germánico, hijo de Ludovico Pío. |
¿Cómo sigue la historia? Durante el reinado de Ludovico Pío (814-840) se planteó la lucha entre los que querían que el imperio franco siguiera igual, y los que preferían dividirlo.
Ludovico lo cedió a sus cuatro hijos, manteniéndose él como emperador, pero Luis el Germánico, Pipino y Lotario rechazaron a Carlos II el Calvo porque era hijo del segundo matrimonio de Ludovico.
Ludovico prefirió no batallar contra sus hijos, que de todas formas lucharon entre sí y terminaron pidiéndole que volviera a ser rey. Pronto murió Pipino, y poco después el propio Ludovico. Entonces, Lotario, Luis el Germánico y Carlos el Calvo firmaron, en el año 843, el Tratado de Verdún, que marcó el fin de la unidad del imperio y fue el punto de partida de dos nuevos Estados (Francia y Alemania).
Lotario había quedado con algunas pocas tierras y, al morir (855), las dividió entre sus hijos. Pero Luis y Carlos iniciaron una serie de enfrentamientos para quitárselas a sus sobrinos. Esas luchas aumentaron la debilidad del imperio.
Luego, continuaron las divisiones. Luis el Germánico dividió su parte del reino entre sus tres hijos. Pero, en el año 884, Carlos el Gordo (uno de esos hijos) logró reunir todos los territorios que habían formado parte del imperio de Carlomagno por la sospechosa muerte de distintos herederos. De todas formas, pronto fue destituido.
Llegó al poder Eudes (888-898), que defendió París del ataque del pueblo normando. Carlos III (898-923), conocido como Carlos el Simple, puso fin a la guerra contra los normandos cediéndoles la desembocadura del río Sena.
Durante el siglo X, el reino franco continuó el proceso de divisiones y se formaron los ducados (tierras manejadas por la clase alta) de Lorena, Franconia, Sajonia, Turingia, Baviera y Suabia.
Hugo Capeto (987-996) fundó la dinastía de los capetos. Sus sucesores pidieron ayuda a la Iglesia para fortalecer su poder y mantener el control sobre un territorio cada vez más fraccionado.
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