Papa Bonifacio VIII |
¿Cómo sigue la historia? El final de la etapa en la que la Iglesia tuvo mayor poder comenzó a fines del siglo XIII. Durante al menos 800 años, la religión había sido la explicación a todo lo que sucedía, y los representantes de la Iglesia acumularon un poder inmenso (económico, político, cultural).
Muchas cosas tuvieron que pasar para que la Iglesia se debilitara, entre ellas las fracasadas Cruzadas, los hechos comprobados de corrupción entre sus funcionarios, la aparición de nuevas visiones dentro del cristianismo (llamadas burdamente "herejías") y, especialmente, el avance en Europa de una clase social, la burguesía, para la cual lo más importante no era Dios, sino acumular riquezas para vivir mejor.
Por otra parte, el fortalecimiento de la independencia de determinados pueblos (de los que luego surgirían los países) generó la creación de Iglesias nacionales que, muchas veces, no respondían exclusivamente al papa, sino que construían sus propias leyes.
Les dejo unas palabras del historiador José Luis Romero, extraídas de su libro La Edad Media. Escribe medio difícil, pero por ahí les sirve:
"Las numerosas herejías, el descrédito del clero y un despertar lento y firme de cierta concepción naturalística de la vida comprometían la vigorosa posición que la Iglesia había obtenido hasta entonces. El pontificado de Bonifacio VIII (1294-1303) señala al mismo tiempo una culminación y una crisis. Arremetió contra Felipe el Hermoso de Francia, sucumbió, y con él, la política que representaba. Poco después la Iglesia caía en un profundo y terrible cisma, y desaparecía como potencia superpuesta por sobre los ámbitos nacionales configurados por las robustecidas monarquías".
En el siglo XIV, entonces, Francia tuvo gran influencia sobre la Iglesia, al punto que el papa francés Clemente V (1305-1314) trasladó la residencia papal a Francia. Durante varias décadas, los papas fueron franceses y el centro espiritual fue la ciudad de Aviñón.
El prestigio del papado disminuyó y dificultó relaciones con otros reinos, especialmente Inglaterra. La intromisión de Francia al suprimir la orden del Temple (1313) y el anhelo de una reforma en las costumbres hicieron que la cristiandad deseara regresar a Roma, lo que finalmente decidió Inocencio VI (1352-1362). Pero había que realizar poco a poco el traslado, para no desatar una batalla campal, y el regreso recién pudo concretarlo Gregorio IX (1370-1378).
Cuando Urbano VI (1378-1389) se enemistó con el Sacro Colegio Cardenalicio, de mayoría francesa, los cardenales consideraron nula su elección y designaron un nuevo papa: Clemente VII (1378-1394). Durante cuarenta años (1378-1417), la Iglesia católica estuvo escindida: dos papas gobernaban a la vez.
Ambos papas se excomulgaron mutuamente y resultaba difícil saber cuál tenía más derechos para ser la cabeza de la Iglesia. Los teólogos de la Universidad de París propusieron la deposición de ambos y el nombramiento de un nuevo papa. El Concilio de Pisa (1409) dio como resultado la elección de Alejandro V, pero los otros pontífices no renunciaron. O sea que, durante años, hubo tres papas. Otra reunión, el Concilio de Constanza, nombró a Martín V (1417-1431) y dio por terminado el Cisma.
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