Resumen de lo publicado. En el siglo VII, el
cristianismo tenía cinco ciudades clave para sostener su poder
(patriarcados), pero el islamismo arrasó tres (Alejandría, Jerusalén y
Antioquía), amenazó a Constantinopla y afectó a Roma. En
lugar de mantener una Iglesia unida para resistir, las permanentes
disputas entre Roma y Constantinopla debilitaron el
poder del cristianismo; y en muchas regiones (Galia, Hispania), las
iglesias eran prácticamente independientes.
¿Cómo sigue la historia? La Iglesia católica estaba dividida entre el clero secular (religiosos que vivían en las ciudades) y el clero regular (en el campo).
El clero secular llegó a gobernar pequeñas ciudades en la Edad Media, llamadas Estados Pontificios. El regular, en tanto, se dividió en numerosas órdenes de monjes: benedictinos, domínicos, franciscanos, etcétera.
Los monjes traducían y copiaban a mano antiguos libros griegos y romanos, y organizaron en sus conventos las primeras escuelas, destinadas a hijos de caballeros.
Las últimas décadas del siglo IX y las primeras del X fueron difíciles para el cristianismo, ya que los papas eran dominados por la clase alta y servían a sus fines. No sólo eso: tenían actitudes contrarias a La Biblia y no lo ocultaban. La Iglesia, cada vez más, se transformaba en un medio para conseguir poder y riquezas, en lugar de un espacio destinado a fomentar la religión.
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