¿Cuánto hace que existen personas? Si tomamos en cuenta el
tiempo de existencia del Universo, o uno más corto,
el de la Tierra, el ser humano surgió hace muy poco tiempo. Antes, existió una
Tierra sin humanos.
Prepárense, porque este texto va a ser complejo. Hablaremos principalmente de especies y mutaciones. Entonces, necesitamos entender qué es cada cosa.
Una “especie” se separa de otra cuando la mayor parte de su conformación genética (la estructura de su cuerpo) es diferente. Para que se generen nuevas especies, debe existir una “mutación”.
Una mutación sucede cuando la conformación genética de un ser vivo no es la “esperada” o “lógica”. Por ejemplo, si de una relación sexual entre dos personas que tienen cinco dedos, nace una persona que tiene seis. Las mutaciones no son buenas ni malas: existieron, existen y existirán. De hecho, si no existieran, todos nosotros no seríamos más que seres unicelulares, invisibles y sin mayor capacidad que la de sobrevivir.
Las mutaciones pueden ser provocadas por el contexto (si una mujer embarazada se expone a rayos nocivos puede provocar mutaciones en su hijo) o, lo más usual, azarosas, porque sí: en algún momento de la conformación del nuevo ser vivo (persona, animal o vegetal) algún detalle modificó su crecimiento y le incorporó esa mutación, esa diferencia. Insistimos: nadie ha estado exento de las mutaciones. Nosotros somos producto de miles de mutaciones ocurridas durante millones de años, desde el primer ser vivo existente hasta los que nazcan en mayo de 2018.
Otro dato importante es que las mutaciones no siempre son hereditarias. Si la persona que nace con seis dedos tuviera relaciones sexuales con otra persona con seis dedos, podría ser que su hijo tuviera seis dedos… pero también podría ser que no. Como vemos, hay mucha influencia de la suerte, o de factores que todavía son imposibles de explicar para la ciencia.
Pensemos entonces que, por suerte, los primeros seres vivos fueron sufriendo mutaciones hasta volverse más complejos: en vez de una célula, apareció uno de dos células, después uno de tres, después uno de diez… Actualmente, el cuerpo humano está conformado por al menos 5.000 millones de células.
A medida que sucedieron esas mutaciones, surgieron distintas “especies”. Algunas podían vivir en el agua, otras eran inmensas, otras volaban, otras echaban raíces en la tierra… Dentro de las muchísimas especies que se fueron conformando, los seres humanos somos mutaciones de la especie de los monos.
Hasta hace poco tiempo, yo estaba muy equivocado sobre la “evolución”. Por ejemplo, pensaba que los monos, en un momento, necesitaron usar dos de sus patas para adaptarse mejor a algún lugar (agarrar bananas que estaban ubicadas en un árbol muy alto, o algo así), entonces generación a generación fueron aprendiendo a pararse en dos patas. Y que poco a poco, por estar parados, su cuerpo fue cambiando. Y que perdieron el pelo porque ya no lo necesitaban para protegerse del frío. Si vos también imaginás algo así, estás equivocado. Por suerte, mi amigo Andrey, que es biólogo, me explicó algo parecido a lo siguiente…
La conformación biológica de una especie sólo puede cambiar por una mutación, y no por “adaptarse al medio en el que vive”. Entonces, algún día, alguna vez, por mutación, algún mono nació con la capacidad de sostenerse sobre dos patas; y esa mutación se transfirió a sus crías. Y luego, alguna cría de sus crías sufrió una mutación que le permitió directamente caminar sobre dos patas, transformando las restantes en brazos. Y así, un larguísimo etcétera durante millones de años. Es complicado, pero con esfuerzo se puede entender.
Pongamos un ejemplo actual. A los seres humanos, para tener mayor posibilidad de supervivencia, nos convendría tener una piel resistente a los rayos ultravioletas del sol. Así, se evitarían muchos cánceres de piel, por ejemplo. La cuestión es que, aunque vivamos durante miles de años expuestos a esos rayos, no surgirá “naturalmente” una especie humana con piel resistente. La única forma de que eso se produzca es a través de una mutación. Que un día, por azar o algún factor externo, nazca una persona con piel resistente a los rayos. Y que, luego, sus hijos hereden esa mutación.
Entonces, se generarían dos “miniespecies”: seres humanos con resistencia a los rayos ultravioletas y seres humanos sin resistencia. ¿Les suena raro? Es más normal de lo que parece. Actualmente existen seres humanos con y sin muelas de juicio; con el lóbulo de la oreja pegado o despegado; con tolerancia e intolerencia a consumir glucosa, trigo o lactosa; seres humanos con o sin el Síndrome de Down; personas con más y con menos de un metro de estatura.
Lo horrible de este cúmulo de datos (conocido como
Teoría de Darwin) es que, a lo largo de la historia, se ha aplicado bastante lo de la “supervivencia del más fuerte”. Esto es que, si un día nace una especie con piel resistente a los rayos ultravioletas, a la contaminación ambiental o a los accidentes cerebrovasculares, lo más probable es que, dentro de millones de años, esa “especie” sobreviva, mientras que la especie que no reciba la mutación, débil ante el sol, la contaminación y los infartos cerebrales, poco a poco se extinga.
Por suerte, es sólo “lo más probable”. Será nuestro trabajo, como seres humanos, conseguir que durante los próximos siglos no sobrevivan sólo “los más fuertes”, sino generar las condiciones necesarias para que todos podamos sobrevivir más allá de nuestra conformación genética.
La evolución del hombre continúa en
otro post.