Representación de Harun Al-Rashid. |
En el año 747, Muhammad Al-Abbasí, pariente directo de Mahoma, reclamó el derecho de su familia al califato (ser quienes gobiernan a los musulmanes). Una parte de la población, disconforme con los omeyas, se unió a sus reclamos, y todo terminó con el asesinato del último califa omeya.
El califato de los abásidas, tras la muerte de Al-Abbasí, continuó con su hermano Abu Al-Abass (750-754), que decretó el exterminio de los omeyas que quedaban e impulsó como centro de poder a Persia.
Abu Jaffar Al-Mansur (754-775) dominó los problemas internos, fundó al ciudad de Bagdad (762) y la convirtió en capital del imperio. Sería pronto un importante centro cultural y artístico. Durante su reinado, un grupo de musulmanes que vivían en Córdoba, España, se independizó y formó su propio gobierno, también llamado emirato, que perduró entre 756 y 929.
Harun Al-Rashid (786-809) fue muy radical, muy extremo en sus concepciones acerca del Islam. Se lo considera uno de los más importantes gobernantes musulmanes. Mantuvo relaciones con el Imperio Franco durante el reinado de Carlomagno. Su poderio fue inmortalizado en el libro Las mil y una noches.
Con Al-Mansur (813-833) se inició el esplendor científico árabe. Creó en Bagdad la "Casa de la sabiduría", que contaba con una legendaria biblioteca; allí se tradujeron obras de Aristóteles e Hipócrates que luego llegarían a occidente. Su gobierno es considerado el mejor momento de la dinastía abásida.
La invención del cero o el uso actual de palabras árabes como álgebra, cifra o aritmética son muestras de la importancia musulmana en las matemáticas. Y también se destacaron en medicina: las obras de Abu Ali al-Husayn ibn Sina (980-1037) fueron textos básicos en occidente hasta el siglo XVI.
El principal género literario era la poesía, donde se destacaron Abu Tammam (800-845) y Buhturi (920-987).
A mediados del siglo IX, la división que sufría el imperio era evidente. En España, Marruecos, Persia y otros tres lugares se habían formado gobiernos musulmanes, pero independientes del califato abasí. Además, se perdió el dominio sobre Irak, Siria, Palestina y la zona de Mesopotamia.
Al inicio del siglo X, los esfuerzos de los califas por mantener la unidad política del Islam se agotaron: la Dinastía Abbasí perduró sólo hasta la llegada de los turcos selyúcidas en 1055.
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