26 de enero de 2021

La peste (Albert Camus) [1947]

Me tocó leer La peste, por casualidad, en medio de una pandemia. ¡Ay, qué parecido lo que sucede en 1946 en la triste ciudad de Orán, imaginado por Camus, y lo que pasa en la Buenos Aires de 2021!

Confusión científica, especulaciones de la clase dirigente, personas incrédulas, teorías conspirativas, aislamientos, toques de queda, lugares que de pronto se convierten en hospitales precarios, médicos dejándolo todo, tristeza colectiva.

Por momentos, reconozco, se me hicieron aburridos los sucesos que Albert Camus (nacido en Argelia) iba detallando con lentitud, pero intuyo que lo hizo a propósito, para también aplacarnos mientras leemos, aplastarnos en una peste gris que no tiene espectacularidad ni héroes visibles: apenas muertes impactantes primero, y terrible acostumbramiento a las muertes después.

¡Ay, cómo me ponen los libros que disimulan hablar de otra cosa y hablan de lo que me importa: para qué existimos, qué es la felicidad, cómo definir las justicias! No entiendo, a veces, para qué perdemos tiempo con otras cosas. Me pone loco la literatura justito posterior a la Segunda Guerra Mundial (Camus, Sartre, el gordo Sábato), en la que el genocidio destruyó la fe en el progreso de la humanidad y las almas sensibles que no soportan ese dolor buscan respuestas imposibles.

Tiene un par de giros inesperados y una frase que me encantó. Luego de que un personaje se pasara toooodo el libro persiguiendo un objetivo dificilísimo que según él lo llevaría a la felicidad, cuando lo consigue, el hermoso doctor Rieux le dice: 

"Valor: ahora es cuando hay que tener razón".

Ay, dios, me hice pis encima. Solo esa frase justifica leer las 280 páginas.

No es ni de lejos el mejor libro que leí, pero tengo ganas de comentarlo así, con pasión, como hay que vivir todos los ratos. Y porque La peste me generó esas ganas de no ser gris como Orán. Va otra, otra frase que me encantó:

"A fin de cuentas, nadie es capaz de pensar realmente en nadie, ni siquiera durante la mayor de las desgracias. Pues pensar realmente en alguien es pensar minuto tras minuto, sin distraerse con nada, ni con los cuidados de la casa, ni con el mosquito que vuela, ni con las comidas, ni con las picaduras. Pero siempre hay mosquitos y picaduras. Por esto la vida es tan difícil de vivir".

No me pidan un comentario más prolijo del libro. ¡Nos estamos muriendo a cada minuto! Dejemos las prolijidades de lado, tomemos más helado, caminemos más bajo la lluvia, luchemos sin tanto miedo, amemos a las personas justas sin tanta especulación. Aunque haya peste, pandemia o aunque no sepamos para qué existimos.

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