Incluso los violadores aparecen como dos personajes más de la obra. No están marcados como criminales o enfermos, sus pensamientos y acciones son tratados con la misma imparcialidad con la que se toma un café con leche.
Y no me vengan con que en 1960 las cosas eran distintas, o que en realidad encubiertamente Cortázar está queriendo decirnos algo cifrado. ¡La pindonga! Necesitamos que cualquier persona que lea este libro sepa que está enfrente de un delito, de un crimen, de un hecho imperdonable, de una atrocidad, que elimina absolutamente cualquier otro rasgo que pueda mostrar un violador.
Iba a decir, antes de llegar a esas escenas, que Cortázar sigue sin gustarme como pensé que me gustaría cuando otres hablaban de él. Y que por muchos momentos la historia parece construida solo para que él demuestre lo bien que maneja los diferentes "registros", pensando como piensan personas de la clase trabajadora, o personas "cultas", o pedófilos. Y me parece que encima no lo logra, que cae en estereotipos bastante indignantes, creyendo que las personas piensan únicamente signadas por su clase social o contexto. Y no, Cortázar: no.
Obviamente hay partes interesantes, intrigas bien llevadas, pero contar livianamente una violación es algo que no me permite enfocarme en otra cosa.
También pienso en las personas que sufrieron una violación o un abuso y leen esta novela: ¿no habría que tener cierto cuidado al escribir, especialmente cuando más de un tercio del universo lo sufrió? Mi respuesta es sí: por mucha ficción que hagamos, no tenemos derecho a lastimar concientemente a personas que ya fueron tan lastimadas.

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