Retrato del papa Paulo V |
En el siglo VII, el cristianismo (centro de poder de Europa) tenían cinco ciudades clave, pero el islamismo arrasó tres. Obispos y sacerdotes gobernaron ciudades enteras en la Edad Media, llamadas Estados Pontificios. La lucha de poder entre Roma y Constantinopla provocó, en 1054, el Gran Cisma, que dividió al cristianismo occidental (catolicismo) del oriental (ortodoxia). Entre 1095 y 1270 se produjeron las Cruzadas: invasiones en las que la Iglesia pretendió robar riquezas y territorios. Significaron muchas derrotas para el ejército cristiano, pero liberaron zonas de comercio controladas por musulmanes. En el siglo XIII, la Iglesia fundó la sanguinaria Inquisición que mataría a millones de inocentes. En el siglo XIV, la religión comenzó a perder el poder casi absoluto que tuvo durante 800 años. Mucho pasó para que se debilitara, especialmente, el avance en Europa de una clase social, la burguesía, para la cual lo más importante no era Dios, sino acumular riquezas. En 1453 sucedió la caída de Constantinopla: la capital del cristianismo ortodoxo fue conquistada por musulmanes. Los líderes cristianos siguieron utilizando la región para acumular riquezas mientras campesinas y campesinos morían de hambre. El papa Sixto IV (1471-1484), a cambio de riquezas, otorgaba el perdón de la Iglesia por diferentes pecados. Inocencio VIII (1484-1492) murió intentando pasar a su cuerpo la sangre de tres niños, que también murieron. En el siglo XVI surgió la Reforma Protestante, en la que del catolicismo se escindieron las religiones cristianas protestantes, como el luteranismo o el calvinismo, y hubo batallas armadas entre ambos grupos. La Iglesia realizó una "Contrarreforma" para no perder fieles, pero en realidad cambió bastante poco. El papa Julio III (1550-1555) era pedófilo. Pío V (1566-1572) le dio más poder a la Inquisición. Gregorio XIII (1572-1585) formó una alianza con los jesuitas, que discutían las bases del cristianismo y eran enviados a distintas regiones a propagar el catolicismo. Sixto V (1585-1590) intentó, sin éxito, frenar el desorden orgiástico que reinaba entre los funcionarios católicos, abocados a "la inmoralidad sexual, los lujos y el juego". Clemente VIII (1592-1605) impulsó nuevas reglas contra judías y judíos, y apoyó que la Iglesia asesinara a Giordano Bruno.
• ¿Cómo sigue la historia?
León XI (1605) murió 26 días después de asumir como papa, porque tomó frío el día que lo invistieron.
Paulo V (1605-1621) continuó con el nepotismo (dar cargos importantes a sus familiares) habitual en el catolicismo. Apoyó la Guerra de los Treinta Años en Europa, entre católicos y protestantes; y censuró mediante amenazas los descubrimientos científicos de Galileo Galilei.
Gregorio XV (1621-1623), electo a los 77 años, impulsó una reforma en la forma de elección de los papas (demasiado largo para explicarlo acá) y siguió sosteniendo económicamente las guerras contra los protestantes.
Urbano VIII (1623-1644) aumentó todavía más los Estados Pontificios: territorios que la Iglesia usurpaba y luego explotaba para su beneficio. Le declaró la guerra al duque de Parma, guerra que terminó abandonando luego de que cientos de inocentes murieran por su culpa. Además, traicionó a Galileo Galilei, a quien decía admirar.
La elección de Inocencio X (1644-1655) tardó bastante, por la lucha de poder entre los líderes cristianos españoles y los franceses, que querían imponer sus candidatos. Inocencio se negó a reconocer la independencia de Portugal (porque la Iglesia era aliada de España) y se opuso ¡al tratado de paz! (1648) tras la Guerra de los Treinta Años entre católicos y protestantes. También denunció a la familia del papa anterior, pero enseguida dio marcha atrás porque los Barberini tenían su propio ejército.
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