Hasta el año 1563, el "casamiento" era bastante distinto a lo que imaginamos: se trataba de un acuerdo entre familias, en el que un hombre y una mujer se iban a vivir juntes y empezaban a compartir sus pertenencias. Y ya. Olvídense de papeleo o de firmar algo: casi nadie sabía leer, casi no había con qué ni dónde escribir, las personas no tenían documento ni nada. Era todo "de palabra".
La Iglesia católica, tan fanática de meterse donde nadie le pide, dictó en 1563 el Decreto Tametsi, que reglamentaba qué y cómo debía ser un casamiento.
¿Cuáles eran las reglas principales? El casamiento no podía ser algo íntimo entre familias, sino que tenía que ser anunciado públicamente; tenía que ser presenciado sí o sí por un sacerdote y dos testigos; y era necesario el acuerdo de los padres de les dos. También tenía que ser inscripto en los registros de la parroquia más cercana.
¿Saben hasta cuándo se aplicó el Decreto Tametsi? ¡Hasta 1917! ¡Cuánto dominio de la Iglesia sobre la vida de las personas durante tantos siglos!
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