“No he venido a evangelizarlos, sino a quitarles su oro”
Eso dijo Francisco Pizarro (1532), conquistador del Perú, cuando le recordaron que debía ocuparse de divulgar la doctrina cristiana entre los nativos, según lo dispuesto por las Leyes de Burgos instituidas por el rey Fernando el Católico en 1512.
“No quiero ir al cielo si allí también hay cristianos”
Así le contestó el cacique Hatuey al sacerdote franciscano que procuraba convencerlo para que se convirtiera a la fe católica mientras esperaba, junto a buena parte de su tribu, el turno para ser quemado vivo, por orden de los españoles que se habían apoderado de la isla donde vivían pacíficamente (actual República Dominicana).
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