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Pintura sobre Federico III |
Resumen de lo publicado. Alemania fue habitada en la Edad Antigua por
celtas y germanos. En el año 434 fue invadida por
los hunos. La desintegración de los hunos, en el 453, permitió que los que habían escapado (sajones, burgundios y alamanes) regresaran al territorio.
Los francos conquistaron parte de Germania en el 476, hasta que Luis el Germánico (843-876) fue reconocido rey de la independizada Germania. Otón I (936-973) transformó a Germania en el principal estado de la Europa occidental. En el 962 fue coronado emperador: nacía así el Sacro Imperio Romano Germánico. En el siglo XI, Germania se convirtió en centro religioso de Europa. A la lucha de los emperadores contra los papas para obtener mayor poder se la llamó “
Querella de las Investiduras". Entre 1056 y 1152, Alemania vivió un siglo de caos. El poder del emperador se redujo y aumentó el de los señores feudales. Durante el reinado de Federico Barbarroja (1162-1190) se enfrentó una parte del imperio (los güelfos, que apoyaban al papa) contra otra (los gibelinos, partidarios del emperador). Las ciudades italianas se unieron y obligaron a Barbarroja a cederles libertades para comerciar. El siglo XIII fue una época de decadencia. La Iglesia volvió a imponerse como el máximo poder en Europa, y las ciudades ganaron mayor independencia. El imperio se había conformado gracias a la entrega de tierras a la clase alta para que apoyara al emperador; pero, por eso, el emperador nunca pudo acumular riquezas y aumentar su poder, ya que las tierras estaban en poder de la clase alta. Enrique VI (1191-1197) solucionó el conflicto con las ciudades italianas que formaban parte del imperio. Pero cuando Federico II (1216-1250) llegó al trono, la situación era negativa. Organizó Cruzadas contra la voluntad del papado y, por eso, fue excomulgado por el papa Inocencio IV. Tras su muerte llegó el "gran interregno alemán", donde no hubo emperador. Las ciudades empezaron a crecer en importancia. La figura de emperador recién volvió a utilizarse con Enrique VII (1308-1313), que intentó, con poco éxito, recuperar el poder que el imperio había perdido. Luis IV de Baviera (1314-1347) trató de controlar el territorio italiano, por lo que el papa Juan XXII lo excomulgó. Carlos IV (1347-1378) prestó su apoyo al papa Clemente VI. Tras su muerte, llegó otra larga etapa sin emperador, y con distintos reyes gobernando cada provincia del imperio. Esta situación se modificó recién en 1433, con la coronación de Segismundo.
¿Cómo sigue la historia? Segismundo murió en 1437 y comenzó otra etapa sin emperador. El siguiente fue Federico III (1452-1493), que prefirió quedarse en Viena (Austria), donde contaba con mayor apoyo. Por ese motivo el resto de las ciudades se estancaron y mostraron signos de decadencia social y conflictos internos; pero también consiguió, a través de pactos y matrimonios expandir al imperio.
A finales del siglo XV, el vínculo que el imperio mantenía con el reino de Hungría se convirtió en enfrentamiento por diferencias entre Federico y el rey húngaro Matías Corvino. Federico y los germanos tuvieron que huir de Viena hasta la muerte de Matías, en 1490. Recién entonces el imperio recuperó los reinos de Bohemia y Hungría.
Tras la muerte de Federico III (en 1493), su hijo Maximiliano I (1493-1512) acordó con los duques del imperio una importante reforma, tras la cual el emperador cedió todavía más poder; y se conformó un Tribunal que participaría en las principales decisiones. Claro que aceitar el nuevo funcionamiento del imperio necesitó de tiempo y generó conflictos. Recién hubo cierta estabilidad a partir de 1512, cuando también se cambió la denominación: el territorio comenzó a llamarse Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana. ¡Qué nombre largo!
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