Se trata del relato de un periodista, que cuenta una terrible invasión de marcianos a la Tierra. El comienzo me pareció interesante pero después, por momentos, el relato se me hizo tedioso, aburrido. Algunas partes me parecieron algo lentas, pero de todas formas seguí leyendo hasta el final, lo que significa que me generó intriga.
Los capítulos finales son los mejores, por momentos el texto logró transmitirme la sensación de pánico, y eso es muchísimo decir.
Me gustó. No es una historia que te cambie la vida, porque tampoco lo intenta, pero sirve para comprender mejor el mundo de fines del siglo XIX y para reflexionar sobre qué pasaría si, realmente, sufriéramos una invasión extraterrestre.
Mi párrafo preferido
"Por extraño que el detalle pueda parecer a un ser humano, todo el complejo aparato de la digestión, que forma la mayor parte de nuestros cuerpos, no existe en los marcianos. Eran cabezas, solamente cabezas. Entrañas no tenían. No comían y, naturalmente, no tenían nada que digerir. En cambio, se apoderaban de la sangre fresca de otros seres vivientes y la inyectaban en sus venas. Yo mismo: los he visto hacer esto, como lo mencionaré a su debido tiempo. Pero aunque se me tache de demasiado escrupuloso, no puedo decidirme a describir lo que no me fue posible estar mirando
mucho tiempo. Baste decir que la sangre obtenida de un animal todavía vivo, en la mayoría de los casos de un ser humano, era introducida directamente en el canal receptor por medio de una pipeta pequeña...
Sin duda alguna, la sola idea de este procedimiento nos resulta horriblemente repulsiva, mas al mismo tiempo opino que deberíamos recordar lo repulsivos que habrían de parecer nuestros hábitos carnívoros a un conejo dotado de facultades razonadoras".
Mi párrafo preferido
"Por extraño que el detalle pueda parecer a un ser humano, todo el complejo aparato de la digestión, que forma la mayor parte de nuestros cuerpos, no existe en los marcianos. Eran cabezas, solamente cabezas. Entrañas no tenían. No comían y, naturalmente, no tenían nada que digerir. En cambio, se apoderaban de la sangre fresca de otros seres vivientes y la inyectaban en sus venas. Yo mismo: los he visto hacer esto, como lo mencionaré a su debido tiempo. Pero aunque se me tache de demasiado escrupuloso, no puedo decidirme a describir lo que no me fue posible estar mirando
mucho tiempo. Baste decir que la sangre obtenida de un animal todavía vivo, en la mayoría de los casos de un ser humano, era introducida directamente en el canal receptor por medio de una pipeta pequeña...
Sin duda alguna, la sola idea de este procedimiento nos resulta horriblemente repulsiva, mas al mismo tiempo opino que deberíamos recordar lo repulsivos que habrían de parecer nuestros hábitos carnívoros a un conejo dotado de facultades razonadoras".
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