A las personas que buscan historias sencillas, claras, con principio y fin, se los advierto: huyan del libro Tristan, del alemán Thomas Mann. No es el más difícil del mundo, pero no cumple con las características mencionadas.
A los más rebuscados, a los que disfrutan haciendo interpretaciones y análisis complejos, les puede interesar mucho más.
Es un texto corto (la versión que leí tiene 35 páginas) que cuenta la estadía de un hombre (Spinell) y una mujer (la señora Klöterjahn) en un sanatorio. A ella, su esposo la ha internado por un problema respiratorio. Los protagonistas comienzan a relacionarse poco a poco.
Lo más interesante es la personalidad de Spinell, una mezcla de escritor frustrado, psicoanalista previo a las teorías de Freud y desubicado.
Antes de escribir este texto busqué un poco más de información, y leí que probablemente el autor, Thomas Mann, se haya burlado de sí mismo al crear a Spinell. Eso sería bastante cruel.
¿Me gustó? No, no me gustó. Me parece que soy de los que prefieren un mensaje más sencillo. Tristan es decididamente ambiguo, no permite tomar una postura clara sobre qué es lo cierto y qué no, qué sucesos están encadenados y cuáles son azarosos.
Lo bueno, me parece, sería que varias personas lo leyeran y debatieran sobre él. Si no, te quedás como esperando algo que nunca termina de suceder.
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