5 de julio de 2022

Buenos Aires en 1628


Encontré este texto en la página Arqueología en Buenos Aires y me gustó tanto que quise compartirlo completo:

"Te invitamos a seguirnos en un recorrido imaginario por la Buenos Aires colonial. Estamos en el año 1628. La ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre, fundada por Don Juan de Garay, tiene solo 48 años de edad. 

Nuestro viaje lo iniciaremos desde el río de la Plata, como lo han hecho tantos viajeros a través de la historia. La vista que tenemos al aproximarnos a Buenos Aires es la de una larga costa, con orillas de tosca y abundante vegetación de juncos, y, por detrás, una "pequeña aldea". Las construcciones no son muchas y no alcanzan gran altura, con excepción de las torres de algunas iglesias. 

Justo frente a nuestra proa podemos divisar el Fuerte, una construcción adusta, de carácter defensivo, donde además se desarrollan actividades administrativas. Luego de recibir en nuestra embarcación la inspección correspondiente y después de haber transcurrido la cuarentena, por fin somos autorizados a desembarcar. 

Buenos Aires es una ciudad pequeña, marginal en relación con la economía-mundo de este momento, pero importante en términos defensivos para el imperio español. Está habitada por algo más de 500 personas, en su mayoría españoles y criollos, pero también europeos de distintas nacionalidades y, por supuesto, indígenas y africanos. 

Las casas son bajas y están hechas en su mayor parte de adobe, con techos de juncos y paja. Solo algunas construcciones más importantes cuentan con muros de ladrillos y techos tejados, eso gracias a que en 1608, por petición del Cabildo, han llegado desde Brasil dos maestros tejeros. Entre el caserío hay muchos huecos, terrenos baldíos, donde se acumula la basura. Hay además, varios cursos de agua, tributarios del Riachuelo, que se aprovechan para todo tipo de actividades cotidianas. 

La vida aquí es bastante modesta, aunque los recursos naturales son considerables. El ganado europeo se adaptó muy bien a este paisaje, la tierra es fértil, y el río de La Plata contribuye con agua dulce y abundante pesca. A veces faltan algunos productos manufacturados y hay que improvisar, reciclar y reutilizar, pero en general muchas familias, incluso las menos acomodadas, pueden darse una vida relativamente cómoda, sin demasiadas carencias fundamentales. 

Los pobladores de la ciudad se dedican principalmente a actividades comerciales, tanto lícitas como ilícitas. Hay pequeños comercios, así como vendedores ambulantes y un mercado que funciona en la plaza mayor. El comercio proporciona productos de todo tipo y precio, que vienen de distintos lugares. De España, por ejemplo, se importan varios productos manufacturados (telas, armas, cerámicas, plata labrada, etc.), y también vinos, aguardiente, aceite, aceitunas, vinagre, conservas y demás. Es particularmente importante el comercio que se tiene con Portugal, a través de las costas de Brasil. Por eso, las casas de Buenos Aires suelen poseer muebles y cerámicas portuguesas. Los más afortunados acceden a la seda, la porcelana y demás productos del lejano oriente. Mediante el intercambio por vía terrestre también se accede a productos manufacturados y materias primas de otras zonas del interior, así como de Paraguay, Perú, Bolivia, Chile... 

Nuestro itinerario lo iniciamos por detrás del fuerte, justo frente a la Plaza Mayor, en la sede de la orden Jesuítica, que arribó aquí en 1608. Los jesuitas erigieron en este lugar un humilde complejo, con la Iglesia y sus dependencias, todo edificado en forma bastante precaria, pero en continuo crecimiento. 

Hacia el este, justo frente al fuerte, separadas del complejo jesuita por un callecita, hay algunas casas, mientras que hacia el norte vemos el "Hueco de las Ánimas", un espacio que Juan de Garay había destinado para sí mismo pero que quedó desocupado luego de su muerte, ocurrida en 1583. Allí se construyó la primera iglesia, con su camposanto, de la que ahora solo se ven los despojos, maderas abandonadas y restos de muros de adobe. 

La plaza mayor no es más que un descampado que los habitantes locales aprovechan para distintas actividades. Vemos carretas estacionadas, indígenas vendiendo cueros y cacharros, perros sueltos lamiendo los restos de pescado que dejó un vendedor, y distinguimos una estructura de madera que es donde se realizan las ejecuciones públicas. Ayer llovió, por lo que el terreno está barroso y caminar se torna difícil. 

Hacia el oeste, cruzando la plaza, nos encontramos con el Cabildo, refaccionado hace unos pocos años pero todavía de aspecto precario e inestable. 

Si miramos hacia el norte, vemos la Iglesia Mayor, declarada Catedral desde hace un año. Esta construcción es bastante pobre, y la lluvia de ayer, que entró por entre las cañas del techo, le hizo mucho daño. 

Los caminos están inundados. De los charcos emanan olores fétidos, producto de que los caballos y otros animales muertos suelen ser abandonados sin más en las calles. 

Después de este primer breve recorrido por el centro administrativo de la ciudad, nos dirigimos a la casa de un vecino que nos da hospedaje. Luego de un cordial recibimiento, cenamos (guiso con mucha carne, pan y frutas) y nos acomodamos en nuestros aposentos para descansar. Mañana será otro día en la ciudad, esperemos que el clima mejore".

No hay comentarios:

Publicar un comentario