Cuando la vi por primera vez, allá por 2005, escribí: "Hasta el comienzo del desenlace, la película muestra un inicio y un nudo prometedores, interesantes, con algo de emoción. Termina diluyéndose en lo fantasioso y en un tinte moralista, pero es bonita. Para mirar de buen ánimo y pensando que existe Dios".
La volví a ver en plena pandemia por el coronavirus, en 2020, hipersensible, y terminé llorando. Es una película exagerada y obvia, que apunta al golpe bajo, pero que en este caso fue efectiva. Imagino que si la veo feliz y en otro contexto, me parecerá una pavada, pero qué sé yo.
También viéndola en 2020 me di cuenta de que uno de los capítulos de los Simpsons parodia parte de la película, que es una de las más famosas de la historia.
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