Cuando, en el siglo IV, el Imperio Romano perdió su dominio sobre Britania, la población británica no consiguió formar un fuerte gobierno independiente. Se produjeron guerras internas que facilitaron el éxito de los pueblos invasores.
Así, el territorio de Irlanda continuó siendo de los celtas; y de allí surgieron los escotos, un pueblo que logró asentarse en el norte de Britania. A esa zona le darían el nombre de Escocia.
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